Autoestima alta o saludable

10.02.2023

     A menudo nos encontramos con afirmaciones como "debes aumentar tu autoestima", "una autoestima alta es condición para el éxito" y consejos sobre cómo lograrlo. ¿Es realmente mejor tener una autoestima alta? ¿En qué se diferencia la autoestima alta de la autoestima saludable? ¿Qué nos ayuda a desarrollar esta característica? ¿Se puede trabajar en ella o es un valor fijo e inmutable?

¿Qué es la autoestima?

    En pocas palabras, la autoestima es la suma de percepciones, afirmaciones y evaluaciones sobre uno mismo. Es la forma en que nos percibimos a nosotros mismos y nuestras acciones, cómo evaluamos nuestras capacidades, valoramos nuestros comportamientos, apariencia y rasgos. Todos tenemos esta imagen mental de nosotros mismos y de cómo nos perciben los demás. La autoestima – como su nombre indica – tiene un elemento valorativo. Nos autoevaluamos, y el punto de referencia es nuestro "yo" ideal: cómo nos gustaría ser, comportarnos y ser vistos.

    Aunque la infancia y las circunstancias de desarrollo son cruciales para nuestra autoestima, esta se forma a lo largo de toda la vida y es la base de nuestra confianza en el mundo que nos rodea.

    La autoestima es un fenómeno bastante complejo; no solo está influenciado por numerosas condiciones externas – sociales, culturales e internas – como nuestras experiencias, estado emocional, creencias arraigadas y estilo cognitivo, sino que también proyecta estos factores. Por ejemplo, las personas con depresión tienen una baja autoestima, lo que a su vez afecta su bienestar.

    El nivel de autoestima es algo similar al nivel de colesterol: puede ser demasiado bajo o demasiado alto, y en ambos casos esto afecta la salud de otros órganos y del cuerpo en general; al mismo tiempo, es un indicador de lo que ocurre en nuestro organismo: si hay un estado inflamatorio, si el nivel de actividad y la dieta son óptimos.

    La autoestima es un importante indicador de nuestro estado mental. Una autoestima demasiado alta no necesariamente será una buena señal, de la misma manera que una extremadamente baja tampoco lo será. ¿Cuál, entonces, sería el nivel óptimo de autoestima?

    ¿Es una evaluación realista y objetiva de uno mismo la óptima? Primero, no tengo idea si esto es siquiera posible, considerando que siempre está teñida de emociones. En segundo lugar, según estudios, las personas cuya autoestima se aproxima más a la realidad son aquellas que sufren de depresión. Como resulta, el nivel de autoestima más beneficioso es un poco más alto de lo que sugeriría una evaluación objetiva de la realidad. Nos protegemos a nosotros mismos considerándonos un poco mejores, lo que, a su vez, impacta en nuestro bienestar y funcionamiento.

    Es muy importante que la autoestima sea relativamente estable, es decir, que sea duradera y no esté determinada por factores externos. Los eventos cotidianos, las opiniones de otras personas, los éxitos y fracasos — influyen en la evaluación de uno mismo. Sin embargo, si nuestra imagen de nosotros mismos fluctúa constantemente en función de lo que nos sucede, y muchas de estas cosas están fuera de nuestro control, hablamos de una autoestima inestable.

¿Qué compone la autoestima?

  • Conocimiento de uno mismo — es decir, de todos los componentes de nuestra imagen "yo": características físicas, psicológicas y mentales, con sus limitaciones y posibilidades, sus virtudes y defectos. Los observamos y los evaluamos según nuestro estado actual, los cambios que se producen dentro de nosotros y en nuestro entorno. Todo esto es lo que percibimos a través de nuestros sentidos y procesamos en nuestra mente.
  • La concepción sobre uno mismo — es el sentido de identidad y las ideas que formamos sobre nosotros. Es cómo interpretamos lo que percibimos. Aquí se incluyen nuestra actitud y motivación para confrontar la realidad: si es baja, buscaremos las causas de nuestras conductas en factores externos, sin aumentar el conocimiento sobre nosotros mismos.
  • Competencias y habilidades — las que tenemos y las que desarrollamos, por ejemplo, inteligencia, habilidades verbales, comunicación con otros, competencias sociales, etc.
  • La imagen de nuestro cuerpo — la forma en que percibimos nuestra fisicalidad también depende del contexto social, de los patrones promocionados por la cultura, de la edad, del bienestar, de la capacidad física, etc.
  • Evaluación por otros — es decir, las retroalimentaciones que recibimos: elogios, cumplidos, expresiones de insatisfacción, críticas. Son factores que influyen considerablemente en nuestra autoestima.
  • Evaluación de uno mismo — la capacidad de valorar nuestra postura y comportamientos de acuerdo a criterios que desarrollamos basado en normas morales y valores aceptados. Es importante que tomemos conciencia de qué nos guía al emitir juicios sobre nosotros mismos.
  • Aceptación de uno mismo — es decir, reconocer la realidad tal como es, con todos sus atributos, independientemente de si los valoramos positivamente o negativamente. No es sinónimo de elogio o de gustarse a uno mismo; significa no negar lo que existe. Es un requisito necesario para una autoestima saludable.
  • Respeto por uno mismo — es el reconocimiento de nuestro valor, méritos, logros, todo lo que valoramos en nosotros. Es respetar nuestras necesidades, sin evaluarlas, actuar en nuestro beneficio, sin castigarnos o autosabotearnos.

¿Qué señales pueden indicar que nuestra autoestima no es adecuada?

  • Perfeccionismo: es decir, exigirse demasiado. La presión para siempre dar lo mejor de uno mismo, hacer todo de manera perfecta, verse impecable, sin permitirnos márgenes para errores o imperfecciones, puede, en primer lugar, surgir de una autoestima inestable y, en segundo lugar, ser su base. Nadie es bueno en todo y todos cometen errores; cada uno tiene derecho a un mal día. Aceptar nuestras imperfecciones es una condición de una autoestima saludable.

  • Autocrítica excesiva: las personas con baja autoestima tienden a analizar e interpretar los eventos en su contra. Rememorar lo que hicimos mal, cómo deberíamos habernos comportado, culparse a uno mismo, concentrarse en los aspectos negativos de la situación alimentan un círculo vicioso de exigencia-autocrítica, perjudicando tanto el bienestar como la autoestima. La autocrítica puede ser muy constructiva si no va acompañada de un diálogo interno hostil y de un continuo sentimiento de culpa.

  • Minimizar nuestras contribuciones y logros: la base de una autoestima saludable es una evaluación realista y apreciación de nuestros éxitos, virtudes y progresos. Cuando menospreciamos nuestros méritos ("no es nada especial", "podría haberlo hecho mejor", "solo es mi deber"), nuestra autoestima no tiene nada sobre lo cual apoyarse. Será estable solo si equilibramos lo positivo y lo negativo.

  • Dificultades para expresar asertivamente nuestras necesidades: las personas con baja autoestima tienden a priorizar las necesidades y opiniones de los demás sobre las propias, buscando una constante aprobación por parte de los demás. Esto puede resultar en frustración, depresión, involucrarse en situaciones arriesgadas o desagradables y generar problemas en las relaciones.

  • Problemas para establecer límites: una autoestima demasiado alta puede manifestarse en problemas para entender que cada uno tiene su propio espacio, necesidades y derecho a expresar opiniones.

  • Falta de aceptación de nuestras limitaciones: todos tenemos debilidades, fragilidad y enfrentamos dificultades. Negar estas características en nosotros imposibilita el abordaje real de las mismas y hace difícil formar una autoestima estable.

  • Falta de aceptación de los demás con sus defectos: si tenemos dificultades para aceptar nuestras propias imperfecciones, encontrar el camino para aceptar las de los demás será complicado. La empatía y la comprensión hacia otros se construyen sobre una relación saludable con uno mismo.

  • Dificultades para tolerar la crítica: buscar crítica en los comentarios de otros y adoptar una postura defensiva. Las personas con una autoestima inestable pueden sentirse constantemente atacadas y obligadas a defenderse. A menudo, en lugar de aceptar una evaluación crítica como una indicación, se sienten ofendidas, heridas o reaccionan con agresión.

  • Excesivo control: este se asocia con el perfeccionismo; cuando la autoestima es muy frágil, tendemos automáticamente a querer controlar todo lo que podría socavarla. No solo esto no es posible, sino que también conlleva a la frustración.

  • Establecer una "jerarquía de importancia" de las personas: cuando consideramos a otras personas o a nosotros mismos como "mejores", por alguna característica, habilidad o atributo. Todos somos diferentes entre sí; hay personas más o menos inteligentes, capaces, trabajadoras, etc.

  • Enfoque excesivo en uno mismo: esto también puede resultar de una autoestima inestable y de la necesidad de confirmarla y protegerla constantemente. Cuando se mantiene estable, podemos centrarnos en realizar una tarea (no en impresionar) o en la relación con otra persona (sin el control constante).

  • Evitar desafíos: cuando la autoestima es baja, la idea de posible fracaso puede llevar a evitar la participación en nuevas acciones, la toma de decisiones y la realización de objetivos.

  • Autosabotaje: acciones inconscientes que dificultan el cumplimiento de objetivos, que también pueden cumplir una función de protección de la autoestima frágil.

¿Cómo podemos fortalecer nuestra autoestima para que sea saludable y estable?

En primer lugar, hay que abandonar la ilusión de que repetir afirmaciones como "soy el mejor" y "puedo lograrlo todo" tendrá un efecto duradero. No hay otra forma que un enfoque reflexivo hacia uno mismo y la realidad, trabajar en lo que podemos cambiar y aceptar lo que está fuera de nuestro control. ¿Qué podemos hacer para crear una base estable para una autoestima saludable?

  • Conocerse a uno mismo: este es el primer y fundamental requisito. Observarnos conscientemente y con distancia en diversas situaciones nos ayuda a comprender quiénes somos. Sin filtros, autocrítica o valoraciones: ¿cómo me comporto, cómo reacciono, qué pienso, qué siento? ¿Y qué dice esto sobre mí? Vernos desde una perspectiva externa puede no ser fácil si estamos acostumbrados a juzgar y clasificar nuestras acciones de inmediato, pero esta es una habilidad que vale la pena aprender y practicar.

  • No compararse con los demás: la tendencia a compararnos constantemente puede estar arraigada desde la infancia, cuando los padres, excesivamente exigentes, en lugar de valorar los logros de sus hijos, preguntan: "¿y cómo les fue a los otros?". El hábito de compararse con los demás es bastante dañino: siempre habrá alguien más inteligente, más capaz, más atractivo, más rico, más querido. La autoestima saludable requiere tomar como referencia nuestros propios objetivos, valores, posibilidades y una evaluación realista de ellos.

  • Adoptar una postura reflexiva ante la realidad: cada situación en nuestra vida puede ser interpretada de múltiples maneras. Lo que pensamos y cómo lo hacemos se refleja en nuestras emociones y acciones. Cuán a menudo tratamos nuestras ideas, que surgen automáticamente, como la única versión de la realidad. Mientras que esto es solo una de las opciones, una forma posible de percibirnos a nosotros mismos y al mundo. Es útil aprender a ver las cosas desde una perspectiva diferente y aceptar que nuestra forma de percibir siempre está distorsionada de alguna manera.

  • Cuidar de nuestra salud física y emocional: hábitos alimenticios saludables, actividad física regular, descanso, sueño, pasar tiempo con familiares y amigos, relajarse: satisfacer nuestras necesidades básicas es una expresión de respeto hacia uno mismo. Reconocer que tenemos derecho a satisfacer nuestras necesidades y a sentir y expresar emociones al mismo nivel que los demás, y practicar esto, es fundamental para una autoestima saludable.

  • Mantener relaciones con otros: es en el contacto con otras personas donde aprendemos más sobre nosotros mismos. Cómo reaccionamos, qué damos, qué valoran otros en nosotros. Paradójicamente, al concentrarnos en la otra persona, alejando nuestros miedos e inseguridades, obtenemos más confianza auténtica, y mantener relaciones sociales nos brinda una sensación de seguridad y aceptación.

  • Respetar los límites propios y de los demás: aceptar que cada uno tiene derecho a su espacio, a expresar opiniones, juicios, necesidades y emociones. Las opiniones de los demás no son la realidad objetiva; no tenemos que aceptarlas como propias. Tenemos el derecho de proteger nuestra integridad, nuestros valores y nuestro bienestar. ¿Para qué ceder el control sobre nuestra vida y pensamientos a alguien más? Esto es tan irracional como pensar que nosotros mismos tenemos control sobre las reacciones de otros. Expresar oposición o negarnos es una forma de respetar nuestros propios límites, no una falta de aceptación hacia la otra persona.

  • Realizar objetivos y desafíos: cada éxito, cada objetivo cumplido, cada logro es como un ladrillo que edifica nuestra confianza en nosotros mismos. Sin embargo, establecer exigencias poco realistas desde el principio nos pone en una posición de desventaja; fijar objetivos desafiantes pero alcanzables, trabajar en ellos y apreciar los progresos fortalece nuestra autoevaluación de manera mucho más duradera que repetir afirmaciones inventadas. La habilidad para lidiar con un fracaso es también algo que adquirimos con la experiencia. Un fracaso no es un drama, es información y una oportunidad para aprender y cambiar. Más nos dice sobre nosotros cómo manejamos el fracaso que el hecho de que haya ocurrido.

  • Asumir la responsabilidad sin autocrítica: es una habilidad que requiere conciencia y práctica. Admitir nuestros errores y sus consecuencias, mirar críticamente nuestra conducta y estar dispuestos a trabajar en lo que podemos cambiar es una señal de madurez y una autoevaluación adecuada. Cuando el diálogo interno se centra en culpabilizarnos y castigarnos por todo, nos privamos de cualquier posibilidad de cambio. Aceptar que nos equivocamos – como cualquier persona en el mundo – y que esto no disminuye nuestro valor de ninguna manera, es uno de los pilares de una autoestima estable y adecuada.