En busca de la felicidad
La felicidad es un tema que ha ocupado la mente humana desde siempre, desde los grandes filósofos y pensadores, hasta los artistas, escritores, poetas y la gente común, encontrando expresión en el arte, los tratados teóricos y la sabiduría popular (proverbios). Compartiendo en general la premisa fundamental de que la búsqueda de la felicidad es un objetivo universal humano, diversos enfoques han propuesto diferentes definiciones de la felicidad y caminos para alcanzarla.
Los filósofos, en sus reflexiones sobre la felicidad a lo largo de los siglos, han planteado preguntas sobre la naturaleza de la felicidad, su significado, componentes, condicionantes, su relación con la personalidad, la moralidad y la cultura, así como si es posible alcanzarla en absoluto. Kant, Schopenhauer, Montaigne, James, Freud, son solo algunos de los grandes nombres cuyo aporte a la discusión sobre la felicidad es incalculable. Sin embargo, aquellos que tuvieron el mayor impacto en la comprensión de la felicidad en la cultura occidental fueron los filósofos antiguos griegos.
Considerándolo como un ideal supremo, los filósofos griegos lo identificaban con vivir de acuerdo con valores, haciendo hincapié en el aspecto ético y social de la felicidad. Según Aristóteles, la verdadera felicidad, profunda y madura, es la parte de aquellos que adoptan una actitud reflexiva hacia la vida, cultivan y practican las virtudes del carácter, se comprometen con la vida social y viven de acuerdo con valores universales. Los estoicos, con su enfoque práctico y racional, veían el pensamiento como una forma de distanciarse de la imprevisibilidad y fragilidad de la vida humana, controlar las emociones y mantener la armonía interna. Los cínicos fueron aún más allá en términos de distancia, abogando por el rechazo de las normas y reglas impuestas por la civilización y el regreso a la naturaleza. Los epicúreos enfatizaron la búsqueda del placer y la evitación del dolor como una necesidad básica humana, aunque para ellos, el hedonismo también significaba moderación, reflexión y equilibrio. Las enseñanzas de los filósofos griegos no se limitaron a divagaciones teóricas y tuvieron un carácter práctico indiscutible, al analizar casos concretos y crear un canon de modelos de vida recta como criterio de felicidad.
¿Cuáles son las enseñanzas y el mensaje que se derivan de su legado en términos de felicidad?
En primer lugar, el mensaje que se desprende es que la felicidad depende del individuo. No solo factores externos, independientes de él (como el origen social, las condiciones físicas, las circunstancias de la vida), que son cuestiones de azar, determinan si una persona podrá alcanzar la felicidad. Si bien un contexto favorable no es suficiente para que una persona sea feliz, se requiere compromiso, perseverancia, conciencia y sabiduría.
En segundo lugar, aunque la búsqueda de la felicidad es común, existen métodos más o menos adecuados para alcanzarla. El camino hacia la felicidad no siempre está lleno de rosas y no es elegir la opción más fácil. Requiere paciencia, humildad y la capacidad de tomar decisiones correctas. La felicidad es para los sabios.
En tercer lugar, no es simplemente una cuestión individual. Una vida recta - un requisito para la felicidad, implica una actitud activa hacia la comunidad y trabajar por su bienestar.
En cuarto lugar, el recurso más importante que tiene el ser humano en el camino hacia la felicidad es la razón. Gracias a ella, podemos interpretar la realidad, darle significado y elegir estrategias de respuesta que contribuyan al fortalecimiento de nuestro equilibrio interno. Es la razón la que tiene el poder de controlar nuestras emociones y comportamientos; un enfoque racional implica no permitir que algo tan fugaz como las sensaciones y las emociones tomen el control de nuestra tranquilidad y felicidad.
No menos importante es el entendimiento mismo de la felicidad - como ideal al que vale la pena y se debe aspirar; como un objetivo supremo que no se puede confundir con una sensación de placer y satisfacción a corto plazo, que trasciende lo material y medible. El éxito, la posesión, la salud, las alegrías y los placeres de la vida cotidiana son necesarios para la felicidad, pero no la garantizan. El conocimiento, la sabiduría y una vida recta son los determinantes más importantes de la felicidad. No hay una receta única y universal para la felicidad, al igual que no hay dos personas o situaciones de vida idénticas.
Desde los tiempos en que los filósofos griegos formularon sus postulados, muchas cosas han cambiado. Vivimos en una época radicalmente diferente: el progreso civilizatorio, tecnológico y científico, la globalización, la comercialización y el consumismo han dejado su marca en nuestra comprensión de la realidad y nuestras relaciones con ella y con nosotros mismos. Lo que permanece inalterado es el incesante anhelo universal de felicidad. Sin embargo, ¿cómo ha evolucionado nuestra comprensión de este concepto?
En su libro "Happycracia", Edgar Cabanas y Eva Illouz ofrecen una mirada crítica a la "cultura de la felicidad" contemporánea, la cual, según ellos, a veces adquiere la forma de una "tiranía de la felicidad".
Entre los principales factores responsables de nuestro actual enfoque hacia este antiguo tema, surgen, por un lado, la comercialización de nuestra cultura y, por otro lado, su "descientización". El florecimiento de las ciencias humanas, como la psicología, la psiquiatría, la neurología, la sociología, etc., ha llevado a que cuestiones tan complejas y subjetivas como la felicidad dejen de ser meras reflexiones teóricas para convertirse en objetos de investigación y experimentación. ¡Resulta que la felicidad se puede medir! Basándose en criterios como la satisfacción subjetiva con la vida, las emociones dominantes, la calidad de vida objetiva e incluso la actividad neurohormonal del cerebro, legiones de científicos han comenzado a investigar la naturaleza y los factores que condicionan este estado anteriormente misterioso. Por otro lado, el sentido de la felicidad ha dejado de ser un ideal inalcanzable y se ha convertido en una nueva norma. La definición de salud adoptada por la OMS desde la década de 1950 la describe como "un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de enfermedad o dolencia". La persona mentalmente sana es aquella que no solo funciona bien en su entorno, sino que también desarrolla constantemente su potencial en los aspectos psicológico, social y espiritual, y encuentra satisfacción en su vida.
Este enfoque se enmarca dentro de la psicología positiva, cuyo florecimiento en la segunda mitad del siglo pasado dio origen a una serie de cambios no solo en el ámbito científico, sino que también se ha arraigado en la cultura contemporánea. Los precursores de este campo partieron de la premisa de que la ciencia del ser humano debería ocuparse no solo de la enfermedad y las disfunciones, sino también del desarrollo humano a lo largo de todo el ciclo de vida y de los determinantes del bienestar integral, más allá de la patología. Entre los temas abordados se encuentran el bienestar psicológico individual, el sentido de la felicidad y la vida, el desarrollo del potencial, el éxito personal y profesional, y las relaciones interpersonales. A través de métodos propios de esta disciplina, como la investigación empírica, los psicólogos comenzaron a identificar factores, habilidades, rasgos de carácter y actitudes que influyen en la calidad de vida y la felicidad. Entre ellos, se pueden mencionar la inteligencia emocional, la comunicación efectiva, el sentido de eficacia personal, la resiliencia, el optimismo, el sentido de vida, la autoestima, la reflexividad y las fortalezas de carácter (sabiduría, valentía, humanitarismo, justicia, moderación).
Muchos de los hallazgos a los que llegaron los investigadores a través de la experiencia no difieren de las ideas que los filósofos y líderes espirituales han defendido a lo largo de los siglos. El hecho de que nuestra interpretación de la realidad, y no la realidad en sí misma, influya en nuestras reacciones no es algo nuevo. De manera similar, características de personalidad y fortalezas de carácter tienen un impacto en cómo funcionamos en el mundo que nos rodea y cómo reaccionamos ante fracasos y circunstancias adversas. La disposición a la reflexión, en contraposición al automatismo en el pensamiento y el comportamiento, contribuye a una actuación más adecuada, mientras que la habilidad para gestionar nuestras propias emociones puede influir en nuestra salud, estado de ánimo, funcionamiento cognitivo y social. La psicología positiva enfatiza el papel activo del individuo en la interpretación y reinterpretación de la realidad y sus propios estados, así como el autoconocimiento, la aceptación de limitaciones y fortalezas personales, el esfuerzo y el compromiso para fortalecer la resiliencia mental a través de la práctica, y la necesidad natural de crecimiento y trascendencia. En lugar de enfocarse únicamente en las consecuencias negativas de las experiencias difíciles o dolorosas, la psicología positiva permite ver su potencial para fortalecer los recursos mentales de una persona, su capacidad para enfrentar adversidades y, en última instancia, alcanzar la felicidad.
En cuanto a las críticas sobre la promoción de una noción simplificada de felicidad basada en "pensamiento positivo" y "emocionalidad positiva", ¿son válidas? ¿Ha contribuido la psicología positiva a la prevalencia de la "tiranía de la felicidad"?
La respuesta a estas preguntas no es simple ni definitiva, y como suele suceder, está influenciada por varios fenómenos.
El primero de ellos es el problema que enfrentan todas las disciplinas científicas, que es la difusión del conocimiento. Como bien señaló Albert Einstein, cualquier intento de explicar una teoría compleja a un lego siempre dará lugar a una simplificación que poco queda de la idea original. La divulgación del conocimiento tiene muchas ventajas: contribuye al aumento de la conciencia en la sociedad, aumenta el interés por el mundo y amplía los horizontes. Sin embargo, al intentar simplificar ciertos conceptos, al eliminar el lenguaje especializado y pasar por alto los matices, se corre el riesgo de distorsionar su significado original. Esto ha sucedido, por ejemplo, con la teoría del psicoanálisis, la física cuántica o la teoría de la relatividad: en la mente de la persona común quedan algunas afirmaciones o frases sacadas de contexto. Sin profundizar en el tema, nos quedamos con lo que es fácil de recordar, lo que es atractivo o lo que se ajusta a nuestra visión del mundo, omitiendo el contexto y los detalles. Sin tener en cuenta las características específicas de la psicología, las limitaciones de su metodología y el marco teórico, podríamos caer en la trampa de interpretar sus conclusiones como verdades absolutas e incuestionables. Es cierto que en la cultura popular actual hay una tendencia a evitar la duda, los matices y el pensamiento crítico, ofreciendo soluciones rápidas y universales. La "psicología de bolsillo" ha ganado popularidad en los últimos años, y los libros y podcasts sobre el "desarrollo personal" encabezan las listas de ventas. Lo que proponen son títulos llamativos, una visión simplificada del mundo, datos seleccionados, soluciones listas para usar y "teorías" fáciles de digerir. Basándose, por un lado, en conceptos científicos (o en elementos seleccionados de ellos) y, por otro lado, en una narrativa cautivadora (basada en las experiencias personales del autor), venden una única verdad y una única forma correcta de alcanzar la felicidad (el éxito, el amor, la confianza en uno mismo). Por lo general, se basan en un esquema que incluye: 1. Dificultades iniciales del protagonista, 2. Un momento de iluminación, 3. Superación de problemas utilizando los conocimientos adquiridos, 4. Consejos infalibles y promesas de éxito para cualquiera que siga los pasos del protagonista.
Los libros y guías en este estilo no tienen mucho que ver con la psicología, y desafortunadamente, debido a su alcance, contribuyen a perpetuar en la mentalidad colectiva ciertos estereotipos y creencias que, en el contexto de la felicidad, tienen más efectos negativos que positivos. La idea de que la felicidad es exclusivamente una cuestión de elección personal, motivación y acción no tiene en cuenta el complejo contexto de las condiciones materiales y sociales de un individuo, así como la multitud de factores externos sobre los cuales no tenemos control. Esto puede llevar a la frustración por la incapacidad de alcanzar la felicidad, que supuestamente está al alcance de todos, así como a la falta de empatía hacia las personas que "aparentemente no quieren ser felices" y "eligen el sufrimiento". La meritocracia de la felicidad es una idea bastante perjudicial, que refuerza los estereotipos y las desigualdades sociales, y a nivel individual puede conducir a la decepción y la depresión. Otra creencia perjudicial es la división de las emociones y experiencias en "positivas" y "negativas", en las cuales las primeras siempre traen beneficios y, por lo tanto, deben ser fomentadas, mientras que las segundas son absolutamente destructivas. En realidad, no hay aspectos en la vida humana que no lleven consigo ambivalencia, y su influencia no puede reducirse a la dicotomía "positivo-negativo". Otra creación de la pseudopsicología es el "pensamiento positivo" y el optimismo acrítico como un factor causal que puede cambiar la realidad.
La concentración en los aspectos positivos de una situación puede ser útil en muchos casos y contribuir a mantener un buen estado de ánimo y lidiar con las dificultades, siempre y cuando no implique negar nuestras limitaciones y la desesperanza de las circunstancias externas. Cuando se nos dice que debemos ver las desigualdades sociales, la injusticia, la falta de recursos, las malas condiciones de trabajo, las relaciones tóxicas o una enfermedad grave a través de gafas de color rosa y trabajar en nuestra propia actitud, negando la realidad, el único resultado será la apatía y el conformismo. Sin embargo, tomar conciencia de nuestra propia ira y preocupaciones puede, por el contrario, activarnos para tomar medidas. En general, una visión simplista de la felicidad como experimentar solo emociones placenteras y como algo que siempre está bajo nuestro control, es muy limitante y perjudicial.
Sin embargo, es algo que se vende, y aquí llegamos a otro fenómeno característico de nuestra época, que es la comercialización de la felicidad. En la era del capitalismo y consumismo desenfrenado, la felicidad se ha convertido en otro producto y un negocio bastante lucrativo. Se vende en forma de objetos, experiencias, medicamentos que mejoran el estado de ánimo, procedimientos que mejoran la apariencia, etc. Hay cada vez más cosas necesarias para la felicidad, y la felicidad misma se ha convertido en un medio para lograr otros objetivos. Los publicistas saben que es la estrategia de marketing más efectiva, los empleadores saben que un empleado feliz es más productivo, los políticos saben que las promesas de una vida feliz ganan elecciones. Vivimos en una época de masificación, unificación y banalización de la felicidad. En la cultura del consumismo, la comida rápida y la vida apresurada, se venden recetas sencillas para la felicidad: meditación diaria, afirmaciones, mentalidad positiva, ejercicio físico, compras, viajes. En la educación y crianza de los niños, lo que es más importante que adquirir habilidades de pensamiento crítico y valores morales es que tengan una "infancia feliz".
¿Puede un hombre ser feliz de verdad en la omnipresente "cultura de la felicidad"?
Es una pregunta difícil de responder. Por un lado, las estadísticas indican un aumento en el nivel de satisfacción subjetiva de las sociedades altamente desarrolladas, mientras que, por otro lado, las alarmantes cifras de enfermedades mentales, ansiedad, depresión, suicidios y adicciones son preocupantes. Aldous Huxley, en su famosa distopía "Un mundo feliz", retrató una sociedad programada para el placer, el entretenimiento y la ausencia de dolor, que aterroriza por su vacío y embotamiento. ¿Nos estamos acercando a una civilización tecno-feliz-crática, o podemos encontrar un contrapeso a la retórica dominante del consumismo?
Con un poco de reflexión, parece que no tenemos que buscar muy lejos. Basta con recurrir a la herencia de nuestra cultura, arte y ciencia para encontrar en ellos valores y conocimientos sobre los cuales podemos construir nuestra propia concepción de la felicidad y la vida que nos lleva hacia ella. Un poco de reflexión crítica nos ayudará a separar el grano de la paja y separar las teorías valiosas de la papilla seudopsicológica. Un toque de sentido común: alejarse de la presión omnipresente y cuestionar la visión homogénea de la felicidad, y reflexionar sobre lo que realmente significa para nosotros. No existe una definición única y universal de la felicidad, y mucho menos una receta lista para alcanzarla.