El estoicismo - una terapia para el alma
El estoicismo está de moda de nuevo. Cada vez más personas conscientes de su propio desarrollo encuentran en el estudio de los antiguos griegos una forma de vida. Se están creando libros y programas con el objetivo de acercar esta doctrina a un público más amplio, y los entrenadores, psicólogos y asesores la emplean en su trabajo. Se están formando grupos que se apoyan mutuamente en la práctica del estilo de vida estoico. ¿Qué puede ofrecer este sistema filosófico, que se originó hace tres siglos antes de nuestra era, al ser humano contemporáneo? ¿Podría ser una solución a los problemas con los que luchamos?
El mundo contemporáneo: incertidumbre y caos de valores
Comencemos por revisar la realidad que nos rodea. Incluso con una gran dosis de optimismo, es difícil negar los fenómenos intensificantes que en los últimos años han organizado (¿desorganizado?) el mundo en el que vivimos. La comercialización de casi todos los aspectos de la vida, la búsqueda del éxito asociado con el dinero y la fama, la presión para estar constantemente mejorando y siguiendo las tendencias, la realidad virtual que a menudo eclipsa la realidad tangible, el debilitamiento de las relaciones sociales, la incertidumbre económica y política; la lista podría continuar indefinidamente. Paradójicamente, mientras el ser humano contemporáneo dispone de más libertad y recursos que nunca antes, siente una presión creciente y le resulta cada vez más difícil encontrar la paz interna y la felicidad. El estrés, las enfermedades relacionadas con la civilización, la ansiedad y la depresión son síntomas de nuestra sociedad en desarrollo, que ha perdido en alguna parte por el camino los valores que daban sentido a nuestras luchas. Aquello que solía ser un punto de referencia y una guía, como las normas sociales claras o los mandamientos religiosos, hoy en día se ha relativizado en gran medida. La falta de normas rígidas por un lado permite a cada individuo tomar decisiones autónomas y sin duda es una oportunidad para una vida más consciente y plena, pero por otro lado también propicia la confusión y ceder ante las modas y la presión del consumismo. El ser humano no puede vivir en el vacío, necesita raíces y valores a los que pueda recurrir en momentos de incertidumbre. Necesita un guía que le ayude a enfrentar las dificultades y le muestre el camino hacia la felicidad.
Hay muchas razones por las cuales la filosofía estoica ofrece una solución interesante. En primer lugar, no está vinculada a ninguna religión o doctrina (aunque comparte muchos principios con el cristianismo) y hace hincapié en los valores y necesidades universales del ser humano. Responde a preguntas como "¿cómo vivir felizmente?", "¿qué es importante en la vida?", "¿cómo ser una mejor persona?". No promete una vida después de la muerte, sino una vida que vale la pena vivir. En segundo lugar, no se limita a teorías abstractas, sino que ofrece consejos prácticos que pueden ser aplicados por cualquier persona común y corriente. Los estoicos concebían la filosofía como una "terapia del alma". Inspirados por las enseñanzas de Sócrates, los estoicos entendían la filosofía como una herramienta para comprendernos a nosotros mismos y liberarnos de creencias falsas, conceptos erróneos y patrones de pensamiento desacertados. A través del pensamiento, nuestra habilidad más importante, podemos empezar a dirigir nuestras propias vidas y aprender a manejar nuestras emociones.
Los consejos estoicos pueden fácilmente ser incorporados a la vida diaria e implementados gradualmente, sin necesidad de cambios radicales en nuestra visión del mundo. No hay condiciones en las que estos consejos no funcionen ni limitaciones para su aplicación. En tercer lugar, es efectivo. No ofrece soluciones fáciles y temporales, ni tampoco evita el esfuerzo para implementarlas, lo cual sería poco realista si el objetivo es una buena y feliz vida. Sin embargo, conocer y practicar los postulados estoicos puede mejorar permanentemente la calidad de vida. La psicología cognitivo-conductual y la psicología positiva han encontrado inspiración en la sabiduría de los griegos, y sus enseñanzas siguen siendo relevantes a lo largo de los siglos.
Feliz vida = buena vida
Vale la pena comenzar por entender lo que los estoicos entendían por felicidad, ya que de ello surge naturalmente su enseñanza sobre cómo alcanzarla. Hoy en día, a menudo - principalmente influenciados por el mensaje que recibimos de los medios de comunicación - asociamos la felicidad con el éxito, la salud, la posesión de bienes materiales y el dinero. Los filósofos griegos, aunque no estaban de acuerdo en cuanto al significado de los bienes materiales, coincidían en un aspecto fundamental: que la felicidad proviene de la persona y de su carácter, no de sus circunstancias. En otras palabras, la sensación de felicidad es un proceso interno y mental, y la conclusión que se desprende de ello es sencilla: tenemos influencia sobre ella.
Una persona feliz es aquella que cultiva y practica las virtudes del carácter. Hoy en día, esta descripción suena bastante arcaica, pero vale la pena considerar las virtudes propuestas por los estoicos desde nuestra perspectiva contemporánea, ya que resulta que no han perdido su relevancia. Estas virtudes incluyen la sabiduría, la moderación, la justicia y el coraje.
Sabiduría: entendida no como inteligencia o conocimiento, sino como la habilidad práctica para vivir. Hoy en día, se enfatiza el papel de la información adquirida, las competencias y la inteligencia medida mediante exámenes; el ideal es estar bien informado y tener la respuesta a cada pregunta. No saber algo es sinónimo de ignorancia. Los estoicos, al igual que Sócrates (famoso por su frase "solo sé que no sé nada"), veían precisamente en esa ignorancia la fuente de la verdadera sabiduría. Después de todo, ¿qué podemos aprender si partimos del supuesto de que ya lo sabemos todo? Reconocer nuestra propia ignorancia da lugar a la curiosidad, la capacidad de observación, la adopción de diferentes puntos de vista, la deducción de conclusiones y, en última instancia, la acción adecuada. Una persona sabia es aquella que ve el mundo tal y como es, sin filtros de prejuicios y supersticiones.
Moderación: esta es otra cualidad que vale la pena cultivar para disfrutar de la vida. Caer en los extremos no contribuye a nuestro bienestar. Todo en exceso o en defecto puede implicar consecuencias negativas. Encontrar el término medio es la clave para la satisfacción.
Justicia: para los estoicos, la justicia es un concepto bastante amplio y está estrechamente relacionado con su visión del mundo, en la cual la naturaleza (el universo) se rige por leyes universales y es perfecta. Somos parte de la naturaleza y estas leyes también nos conciernen. Cualquier desviación de estas reglas resultará en un desequilibrio. En la naturaleza no hay distinciones entre lo mejor y lo peor, no hay jerarquía ni excepciones, todo tiene su lugar y su causa. Siguiendo esta línea, deberíamos tratar a nosotros mismos y a los demás por igual, con el mismo respeto hacia todos. Además, debemos tratar cada evento (agradable o desagradable) como neutral, ya que en la naturaleza no hay nada bueno ni malo, simplemente está. Ser justo también implica la coherencia, la congruencia entre nuestros pensamientos, creencias y acciones.
Coraje: esta cualidad nos ayuda a practicar los demás valores en un mundo que los subestima. Ser perseverante y resistirse a las modas y puntos de vista predominantes. Los valores estoicos no son los más populares bajo el sol, no generan tanto interés como la imagen creada y endulzada de la felicidad que se nos vende en los medios de comunicación. El no conformismo requiere valentía, valentía para pensar de manera independiente y nadar contra corriente.
Como mencioné al principio, el estoicismo no es un camino corto. Debemos cultivar y poner en práctica las fortalezas del carácter. Esto requiere una gran dosis de autocomprensión y compromiso, pero el resultado vale la pena el esfuerzo: una vida digna de ser vivida, una vida valiosa y duradera, basada en bases sólidas, la felicidad.
El dinero no da felicidad.
Ni el éxito, ni la salud, ni nada de lo que parecemos creer que es tan necesario para ser felices. Los estoicos parten del supuesto de que todo, excepto nuestro carácter, sobre el cual podemos trabajar, es en esencia indiferente. O más bien, neutral. Puede ser más o menos favorable (es mejor tener dinero que ser pobre, es mejor estar sano que enfermo), pero no es inherentemente positivo o negativo. La riqueza no es un valor en sí misma, porque todo depende de cómo una persona la utilice, si servirá para fines buenos o malos. La salud es similar: ¿qué utilidad tiene la salud si pasamos todo el día en el sofá? Depender de lo que poseemos para nuestra felicidad es muy perjudicial, ya que nunca estaremos realmente satisfechos de esa manera. El apetito crece a medida que comemos: cuanto más tenemos, más queremos. Nuestras necesidades no son realmente difíciles de satisfacer, pero las magnificamos hasta que se vuelven imposibles de satisfacer. Según los estoicos, deberíamos detenernos en la loca carrera por acumular cosas para comenzar a apreciar lo que realmente tenemos. Un poco de ascetismo no hace daño; al renunciarnos a los placeres y lujos (a los que es tan fácil acostumbrarse), podemos comenzar a disfrutar de las pequeñas cosas cotidianas.Olvidándolo fácilmente, caemos en la trampa del círculo vicioso del consumismo, que nos lleva a la decepción (las cosas pueden mejorar nuestro estado de ánimo por un momento, pero cada vez necesitamos más para elevarlo). Mientras tanto, la felicidad no depende de lo que tenemos, sino de cómo nos relacionamos con ello. Se puede tener poco y apreciar lo que se tiene, se puede ser un amargado en un nuevo Porsche. A menudo perseguimos algo que creemos que nos traerá felicidad. Parece así porque así nos lo persuaden los anuncios, los influencers y las redes sociales. En lugar de reflexionar sobre nuestras verdaderas necesidades (¿qué me da alegría? ¿qué es importante para mí?), copiamos el estilo de vida (no siempre realista) de otras personas. Una vez más, surge la cuestión de la reflexión y de examinar los patrones de pensamiento que tenemos arraigados en nuestra mente, y que muy a menudo son la causa de nuestra frustración.
Tu mente es tu poder.
La capacidad de pensar es definitivamente nuestra característica más importante, que según los estoicos, deberíamos utilizar en cada oportunidad. Como seres humanos, tenemos una habilidad excepcional para reflexionar, prever, planificar y ver el mundo desde diferentes perspectivas. Sin embargo, con demasiada frecuencia aceptamos sin cuestionar los juicios y opiniones de los demás, simplemente porque se repiten con frecuencia. Con qué facilidad, al actuar en piloto automático, ignoramos información importante sobre nosotros mismos y nuestro entorno. Cuántas veces nuestras acciones impulsivas han llevado a consecuencias negativas... Pensar es nuestra herramienta básica para funcionar adecuadamente en nuestra realidad. Además, al pensar, creamos esa realidad. Vale la pena adoptar algunos hábitos que nos ayuden a tener un enfoque más consciente de la vida. La lectura, las conversaciones, el aprendizaje... es importante que no sea un mero "absorber" información y opiniones pasivamente; debemos aprender a tener un enfoque crítico de lo que vemos y oímos. Cuestionar opiniones generalmente aceptadas, identificar prejuicios y estereotipos, hacer preguntas, considerar muchas posibilidades y puntos de vista. Estar abiertos a las opiniones de otras personas, incluso si difieren de las nuestras. Examinar nuestros patrones de pensamiento arraigados no solo puede ayudarnos a tomar decisiones mejores, sino también a controlar el caos emocional y contribuir a un mejor bienestar.
Aceptar lo que no puedes cambiar.
Según los estoicos, es crucial para nuestra felicidad y bienestar mental tener la habilidad de distinguir entre lo que está bajo nuestro control y lo que escapa a nuestro control. Muchas de nuestras frustraciones y decepciones surgen del hecho de que pensamos que tenemos control sobre todo. Sin embargo, esta es una ilusión bastante peligrosa. No tenemos control sobre dónde nacemos y qué genes nos son asignados; no tenemos control sobre el entorno en el que crecemos y lo que recibimos al comienzo de nuestras vidas: qué educación, recursos materiales y apoyo emocional tenemos. No tenemos control sobre muchos eventos en nuestras vidas: si conseguiremos un trabajo y de qué tipo (esto depende en gran medida del mercado laboral), qué tipo de relaciones tendremos con los demás (no podemos controlar las emociones y comportamientos de otras personas), si nos enfermaremos (podemos y debemos cuidar nuestra salud, pero hay muchos factores que escapan a nuestro control), entre otros. El mundo es resultado de complejas interacciones de circunstancias cuyas causas no siempre son claras ni predecibles. Al pensar que todo está bajo nuestra jurisdicción, nos llevamos a la frustración y desilusión. Sin embargo, esto no significa que debamos abstenernos por completo de actuar, todo lo contrario. Centrarnos en lo que está dentro de nuestro alcance nos permitirá funcionar de manera más efectiva. Lo que está completamente bajo nuestro control son nuestros juicios, opiniones y acciones. Tenemos el poder de elegir cómo reaccionamos ante lo que nos sucede.
La capacidad de distinguir entre estas dos situaciones es crucial para nuestro bienestar y desarrollo personal. Por ejemplo, si nos despiden del trabajo, podemos buscar las causas en nuestra actitud y cambiar lo que está en nuestro control; pero a veces la causa está fuera de nuestro alcance y en este caso no vale la pena desanimarse. Cuando la persona que nos importa no corresponde a nuestros sentimientos, podemos intentar, pero no tenemos control sobre sus emociones, por lo que es mejor dejarlo pasar. La habilidad de perdonarnos a nosotros mismos es otro hábito en el camino hacia la felicidad.
La calma estoica en momentos buenos y malos.
Aunque la "calma estoica" puede parecer fría o apática, los estoicos no abogaban por reprimir todas las emociones. De hecho, podríamos considerar sus ideas como el precursor de lo que hoy llamamos "inteligencia emocional". El control de nuestros estados emocionales y la responsabilidad de nuestras propias reacciones son condiciones clave para la salud mental y la felicidad. Según los estoicos, podemos distinguir tres fases de esta reacción: la primera es una respuesta natural e innata a estímulos externos o internos sobre los que no tenemos control. Nos estremecemos cuando algo nos repugna; nuestro pulso se acelera cuando tenemos miedo; lloramos cuando estamos tristes. No podemos controlar las reacciones de nuestro cuerpo. Sin embargo, cómo nos sentimos (estamos hablando de emociones más complejas) dependerá de lo que sí está dentro de nuestro control y es parte de la segunda fase, que es nuestra interpretación de la realidad. Si sentimos enojo en respuesta a un comentario de otra persona, dependerá de si lo percibimos como un insulto, un agravio o una crítica constructiva. Si sentimos celos dependerá de si percibimos una situación dada como injusta; nuestra amargura será el resultado de percibir lo que es, en comparación con nuestras expectativas. La tercera etapa es nuestra reacción, y también debe ser una elección consciente. La forma en que respondemos a lo que sentimos (y pensamos) tendrá consecuencias significativas para nosotros. Imaginemos una situación en la que sentimos enojo hacia alguien; simplemente experimentar enojo no es ni negativo ni positivo, aunque nos resulta más agradable no ser malos. Sin embargo, una vez que lo sentimos, tenemos una elección: podemos contenerlo (no reprimirlo, sino esperar, distraernos, abstenernos de actuar) o dejarnos llevar por él, lo que puede llevar a una serie de consecuencias negativas. Al desahogar nuestra ira en alguien, no solo no resolveremos ningún problema, sino que también podemos llevarlo a una escalada: nuestra reacción resultará en un deterioro de la relación con esa persona, nos sentiremos mal con nosotros mismos, perderemos la confianza en nosotros mismos, etc.
Según los estoicos, las emociones que tienen consecuencias negativas son la ira, los celos y el odio. Pero el control emocional tiene un significado mucho más amplio y se refiere, en general, al manejo de nuestro estado emocional. Tomar conciencia de lo que sentimos, interpretar nuestro estado, decidir si queremos seguirlo o esperar a que pase, y utilizar las emociones como una fuente de conocimiento sobre nosotros mismos son habilidades importantes y que se pueden desarrollar en nosotros. Sentir que tenemos el control de nuestro mundo interno nos brinda paz y contribuye a relaciones mejores y a un mejor funcionamiento en nuestra realidad.
Es importante señalar una vez más que el estoicismo no es un atajo. De hecho, esperar que la calidad de nuestra vida mejore permanentemente mediante algunos trucos simples es poco realista. Conciencia, compromiso y práctica son palabras clave cuando se trata del estilo de vida estoico. Debemos estar atentos, ya que es fácil perder el rumbo, especialmente en un mundo que no fomenta la reflexión y nos presenta constantemente nuevas tentaciones y exigencias.
Marco Aurelio abogaba por mantener una actitud consciente en cada momento de nuestro día; Epicteto practicaba la meditación justo después de despertar, y Zenón de Ciro, por la noche. Lo importante es establecer el hábito de un enfoque reflexivo hacia la vida. La meditación, según los estoicos, consiste en pensar: reflexionar sobre situaciones que han ocurrido, nuestras reacciones; concentrarnos conscientemente en lo que podemos cambiar y en lo que no podemos cambiar. También implica practicar la gratitud por todo lo que tenemos y por lo que hemos aprendido de los demás. No se trata de encerrarnos en nuestro mundo interno y escapar de la realidad, sino de analizar y planificar para poder funcionar mejor en ella.
Vale la pena buscar obras como "Meditaciones" de Marco Aurelio o los escritos de Séneca, para darse cuenta de que muchas de sus enseñanzas no han perdido su valor. Especialmente en los tiempos actuales de relativismo moral, en los que es difícil encontrar autoridades, los valores estoicos pueden servir como puntos de referencia y guías para una vida buena y feliz. El estoicismo no es una religión y no es necesario aceptarlo acríticamente, al contrario, pero puede ofrecernos valiosas pautas para mantener el equilibrio cuando todo a nuestro alrededor parece inestable.