Trampas de la argumentación
"En el diálogo, uno debe actuar como un scout, no como un soldado [...], los scouts saben cómo actuar por el bien de la comunidad, pero no intentan conquistar a otros, tienen respeto por los demás y tratan de ayudarles".
David Bohm
Esta cita captura la esencia de la idea de diálogo, cuyo objetivo es llegar a un entendimiento y encontrar una solución común. Adoptando la postura de un scout, junto a nuestro interlocutor, creamos un mapa y buscamos el mejor camino. David Bohm, creador de la concepción del diálogo bohmiano, contrapuso esta actitud al comportamiento de un soldado, quien tiene como objetivo conquistar al enemigo y ganar la guerra. Lamentablemente, en la realidad en la que vivimos, esta segunda actitud es a menudo común, y como se sabe, en la guerra y en el amor todos los métodos son válidos. ¿Cómo protegerse de mensajes poco éticos o simplemente sin sentido o mal pensados? ¿Cómo refutar eficazmente los argumentos de la otra parte sin caer en la retórica del odio?
Errores de argumentación, trucos y jugadas sucias
Cuando queremos convencer a alguien de algo, nuestro objetivo es influir en la otra parte para que cambie su opinión o comportamiento, es decir, persuasión. ¿Todo está permitido? Existen métodos poco éticos que nos permiten obtener ventaja sobre nuestro interlocutor utilizando, por ejemplo, técnicas para desviarnos del tema, distracción o intimidación, que tienen más que ver con la manipulación que con el diálogo. Desafortunadamente, nuestra vida cotidiana nos brinda demasiados ejemplos de este tipo de prácticas.
Pensemos en un político que, en lugar de responder a una pregunta sobre su programa electoral, comienza enumerando los errores de la oposición, o en los anuncios que aparecen durante nuestro programa favorito. Los anuncios son, de hecho, el mejor ejemplo de cómo utilizar argumentos que apelan a las emociones. Sin embargo, en situaciones cotidianas queremos evitar este tipo de prácticas poco éticas. Elevar el tono de voz o usar el argumento de la fuerza ("tienes que hacerlo porque yo lo digo", "soy tu padre/madre, así que tienes que escucharme"), intimidar ("comporta bien porque Santa Claus no vendrá a ti") son ejemplos que indican una falta de respeto hacia el receptor y definitivamente no invitan al diálogo.
Veamos, entonces, a qué medios - ya sea de manera consciente o no - recurren las personas que quieren ganar la pelea a toda costa, y no necesariamente lograr un consenso.
"Argumentos problemáticos"
La mejor y más inagotable fuente de ejemplos de argumentación errónea, ilógica y poco ética es la política y el internet. Al observar las discusiones entre partes con opiniones opuestas, podemos registrar toda una gama de argumentación errónea:
Una de las formas más comunes de ganar una discusión es desacreditar al oponente con afirmaciones que no tienen nada que ver con el tema en cuestión. Este tipo de prácticas generalmente indica la falta de intención de iniciar un diálogo o encontrar una solución, y tiene como objetivo menospreciar o deshonrar a la otra parte, despojándola de credibilidad. En lugar de responder con un contraargumento a sus opiniones o afirmaciones, se lleva a cabo un ataque personal. Son afirmaciones como "El abuelo de Tusk estaba en la Wehrmacht" o "¿Qué puede saber una mujer sobre este tema?". El ataque personal no es en realidad un argumento en la discusión, pero tiene una gran capacidad para destruir el camino hacia el entendimiento.
Otro ejemplo es la tergiversación o simplificación excesiva de los argumentos de la otra parte, para que sea más fácil refutarlos. Esto reduce la discusión a un absurdo. Un ejemplo de esto es cuando a la afirmación "La mayoría de los delitos violentos son cometidos por hombres" se responde "¿Entonces vamos a encarcelar a todos los hombres?". Esto no aporta nada a la discusión, solo provoca confusión.
De manera similar, habrá respuestas en las que - ya sea de forma intencionada o no - se mezcla el significado de las palabras. Cuando decimos "Todos son iguales" y nos referimos a que todos los seres humanos deben ser tratados igual ante la ley, alguien puede responder "Claro, pero nadie es igual", en el sentido de que cada ser humano es diferente. En este caso, la mejor solución es acordar una definición común desde el principio, y si no está clara, asegurarse de que estamos hablando de lo mismo.
Otro tipo de error argumentativo es basar el argumento en la autoridad. Es una situación en la que la única justificación para una afirmación es el hecho de que "alguien importante lo dijo". Citamos, por ejemplo, a Einstein o Aristóteles, y normalmente son palabras llenas de sabiduría y sentido, pero no debemos olvidar que ninguna persona en el mundo tiene el monopolio sobre la verdad y ninguna autoridad garantiza que sus palabras sean incuestionables.
Similar será cuando la argumentación se base en lo que "dice la mayoría". Este también es un error lógico porque ninguna afirmación se convierte en verdadera solo porque se repita varias veces. La popularidad no es una garantía de conformidad con la realidad. La mayoría de las personas puede afirmar que el color azul es más bonito que el verde, pero eso no significa que sea un hecho.
Otro tipo de basar nuestra argumentación en una "afirmación inquebrantable" es apelar a la tradición o a valores comúnmente aceptados, sin considerar que pueden ser erróneos. Entonces escuchamos que "la familia es 'la esposa, el esposo y los hijos', porque así ha sido siempre", a pesar de que no hay otra base para esto que la tradición.
Una situación similar ocurre cuando confundimos lo que es con lo que debería ser, como "no hay que luchar por los derechos de las mujeres a recibir un salario igual porque está garantizado en la constitución", mientras que la realidad es diferente.
Otro error lógico es basar una afirmación en generalizaciones, es decir, cuando creamos una regla a partir de unos pocos casos. Cuando entre nuestros conocidos no hay una persona interesada en el bricolaje, no podemos decir que "la gente no está interesada en el bricolaje". Cuando un experto se expresa críticamente sobre los alimentos genéticamente modificados, también es inadecuado afirmar que "todos los expertos advierten sobre los alimentos genéticamente modificados".
Un error similar es sacar conclusiones basadas en unos pocos o un único caso. Cuando conocemos a una persona que medita y le ayuda a perder peso, no significa que la meditación ayude a perder peso.
Un error común también es confundir la correlación con la causalidad. Cuando dos fenómenos ocurren simultáneamente, tendemos a buscar una relación causal, lo que no siempre es cierto y puede llevar a conclusiones erróneas. Por ejemplo, al afirmar "En los países con impuestos más altos, la gente es más feliz", sacamos la conclusión de que los impuestos altos son la causa de la felicidad, cuando las condiciones de ambos son más complejas.
Finalmente, vale la pena mencionar los errores de argumentación que resultan de premisas erróneas o razonamientos incorrectos. En el primer caso, el razonamiento, o deducción, puede ser lógico, pero cuando las premisas son falsas, las conclusiones también lo serán. Un ejemplo es la afirmación "Ningún hombre se interesará en una mujer de mi edad, así que siempre estaré sola". La conclusión es errónea porque se basa en una premisa falsa. En el segundo caso, las premisas pueden ser verdaderas, pero el razonamiento es incorrecto, por ejemplo: "Todos los gatos tienen cuatro patas. Mi perro tiene cuatro patas. Por lo tanto, mi perro es un gato". En este ejemplo, las premisas son verdaderas, pero la conclusión es inválida porque omite la categoría de los cuadrúpedos.
¿Cómo reconocer buenos y malos argumentos?
Hay muchos más errores y trampas en la argumentación. Sin embargo, conociendo los fundamentos de una buena y ética retórica, podemos protegernos contra estos errores. Podemos distinguir si un mensaje tiene como propósito la manipulación y si las intenciones del emisor son sinceras.
Será útil hacerse algunas preguntas:
¿Los argumentos de la otra parte se refieren a emociones o a la razón? En otras palabras, ¿qué técnicas utiliza? ¿Intenta "ablandarnos" con cumplidos, distraer nuestra atención, provocar miedo en nosotros?
¿El emisor cuenta con argumentos sensatos o dice "así es porque yo lo digo"? Recordemos que la opinión de alguien aún no es un argumento.
¿Se apoya en datos y información confiable? ¿Cita ejemplos de casos individuales o utiliza frases clichadas y generalizaciones?
¿Habla sobre el tema o se desvía de él para desacreditar la opinión de otros?
¿Su argumentación es lógica y son relevantes los argumentos presentados?
Finalmente, es relevante recordar la cita de Benjamin Franklin: "Dudar de todo lo que te han dicho no significa no creer en nada. Significa tener tu propia opinión y ser capaz de pensar lógicamente sin dejarte influenciar". El pensamiento crítico puede protegernos de la manipulación y permitirnos tomar decisiones más reflexivas.