Multitasking - ¿Cuántas cosas podemos hacer a la vez?
Si quieres hacer algo bien, concéntrate en una sola cosa. Cuántas veces hemos escuchado este tipo de consejo, pero seguimos actuando en contra de ello: escuchamos música mientras estudiamos, revisamos Twitter durante una reunión, hablamos por teléfono mientras respondemos correos electrónicos... Todos estamos convencidos de que podemos manejar varias tareas al mismo tiempo y así ahorrar tiempo. Además, cada vez se nos exige más que podamos trabajar de esta manera, bajo presión de tiempo, situaciones imprevistas, estando siempre disponibles y listos para cambiar nuestra atención de un asunto importante a otro, sin perder la concentración. ¿Cómo se relaciona esto con la realidad? ¿Las personas "multitareas" son más productivas? Como siempre, las respuestas no se reducen a un simple "sí" o "no", y nos queda decir: "depende".
Multitareas: ¿mito o realidad?
El término "multitasking" o "multitareas" tiene su origen en la informática y se refiere a la capacidad de un sistema operativo para procesar diferentes datos al mismo tiempo. Aunque en cierto sentido se puede comparar el cerebro humano con un sistema de cálculo que constantemente recibe, selecciona y procesa información, planea acciones y estima resultados, las similitudes con una máquina terminan cuando nos damos cuenta de la función básica de nuestro "sistema operativo", que es asegurar la supervivencia de nuestro organismo. El cerebro tiene la tarea de proporcionarnos el mejor funcionamiento posible en nuestro entorno con el menor consumo de energía.Nuestro cerebro tiene una capacidad limitada para procesar datos: de los aproximadamente 100 megabits de información que nos llegan cada segundo, solo una pequeña parte llega a nuestra conciencia. El centro llamado tálamo es el encargado de decidir qué información (de nuestros órganos sensoriales e interoceptores) llega a la corteza cerebral (que realiza funciones cognitivas superiores). Nuestro cerebro toma constantemente decisiones sobre qué estímulos son importantes y en cuáles concentrar nuestra atención. La atención sostenida es un proceso costoso en términos de energía, por lo que muchas de nuestras actividades, que repetimos con frecuencia, se automatizan con el tiempo. Las cosas que hacemos todos los días a menudo las realizamos sin pensarlo y nos resulta difícil incluso recordar los pasos de esa actividad. Sin embargo, es diferente cuando se trata de tareas nuevas y/o complejas. Aquí es necesaria una concentración plena. Cuando tenemos varias tareas por hacer, la mayoría de las cuales están automatizadas, podemos hablar de "multitasking". Por ejemplo, caminar, comer y escuchar música simultáneamente no debería ser un problema cuando tenemos más de unos pocos años y hemos dominado las dos primeras actividades. Pero cuando debemos escuchar música, leer un libro y mantener una conversación a la vez, las cosas se complican. Nuestro cerebro no puede mantener la atención enfocada en esas tres cosas al mismo tiempo. Lo que realmente sucede es que cambiamos nuestra atención rápidamente de una tarea a otra (a expensas de la segunda). El cambio constante e instantáneo de atención nos da la sensación de que somos hábiles en hacer varias cosas a la vez, pero el problema es que esto requiere una enorme cantidad de energía. Además, perdemos información importante y aumentamos la probabilidad de cometer errores. No es de extrañar que se haya prohibido el uso del teléfono mientras se conduce un automóvil.
Cuando la multitarea nos perjudica
Tendemos a sobrevalorar nuestra capacidad para enfocarnos en varias cosas a la vez, pero esto es una ilusión. Intenta dibujar una bicicleta en un papel mientras sumas 58 a 96. Ambas tareas son bastante simples, pero para nuestro cerebro, realizar ambas al mismo tiempo supone todo un desafío.
Investigaciones y observaciones confirman claramente la relación entre la multitarea y una disminución en la productividad laboral. Podríamos pensar que con el tiempo se puede entrenar esta habilidad, pero los estudios lo contradicen: las personas que hacen multitarea con menos frecuencia se desempeñan mejor con múltiples tareas a la vez, mientras que aquellos que tienen este hábito experimentan problemas crecientes de concentración y rendimiento. El esfuerzo energético que implica cambiar constantemente nuestra atención y el estrés asociado a ello provocan cambios en la estructura del cerebro (reducción de la materia gris). Nos resulta cada vez más difícil concentrarnos en una sola tarea y nos sentimos agotados. Las profesiones que requieren lidiar constantemente con múltiples tareas (controladores de tráfico aéreo, personal médico de hospitales, corredores de bolsa, profesores) también son profesiones de alto riesgo de agotamiento profesional.
Los distractores: una plaga de nuestros tiempos
Las demandas de la vida y el trabajo pueden disminuir nuestra energía mental de manera efectiva, haciéndonos sentir constantemente agotados y estresados. Además, tenemos toda una gama de distractores que desvían nuestra atención, algunos de los cuales no podemos controlar, pero otros sí.
Vivimos en una época en la que la concentración es todo un desafío. La cantidad de estímulos que nos llegan de diversas fuentes es abrumadora: el ruido en la calle, en el trabajo y en casa, señales visuales, olores, señales del interior de nuestro cuerpo... eso es solo una pequeña parte en comparación con lo que nos ofrece la tecnología omnipresente. Nuestra realidad es una realidad de pantallas: televisores, computadoras, tabletas, teléfonos, con imágenes en constante cambio, notificaciones, anuncios, sonidos. Estamos constantemente bombardeados por una cantidad de información que nuestro cerebro no puede procesar. De hecho, ese no es el objetivo ni la función de esas señales. No están diseñadas para llegar a la corteza cerebral y generar reacciones en los niveles superiores de procesos mentales. Por el contrario, su objetivo es quedarse en niveles más bajos (tálamo, ganglios basales, amígdala, hipocampo), que forman el centro de recompensa. Estímulos con ciertas características específicas desencadenan la liberación de dopamina, que activa el sistema de recompensa y nos hace sentir placer. En otras palabras, lo nuevo (el aspecto de novedad es muy importante), lo fácil (porque no requiere la participación de procesos cognitivos superiores) y lo que parece importante para nosotros (interesante/divertido/intrigante) genera una especie de "subidón". Las redes sociales aprovechan muy bien este efecto. Las imágenes en Instagram, los "me gusta" en Facebook, los videos y los clips cortos en YouTube, los comentarios en Twitter, todo eso es, en primer lugar, fácil de consumir y, en segundo lugar, genera emociones.La adicción a las redes sociales es un problema no solo para los adolescentes, cuya corteza cerebral aún no está completamente madura y cuyo sistema de recompensa es más sensible a los estímulos. Cuanto más estimulamos nuestro sistema de recompensa, menos sensible se vuelve y más necesidad de dopamina tiene. La necesidad de estimulación constante entra en conflicto con el esfuerzo mental que requiere la concentración.
Como resultado, saboteamos nuestra propia capacidad de concentración y nos sorprendemos de lo difícil que es enfocarnos.
¿Cuántas veces, no en un día, sino en una hora, revisamos el correo electrónico? ¿Las notificaciones? Según investigaciones, los trabajadores de oficina desvían su atención de su trabajo cada pocos minutos (!) para hacer algo más. Sin embargo, volver a concentrarnos toma un promedio de 15 minutos y requiere un gran esfuerzo. El constante cambio de atención (recordemos que nuestro cerebro NO puede hacer dos cosas a la vez) conlleva una serie de consecuencias.
La capacidad de concentración es una característica distintivamente humana.
La atención no es un proceso simple, es más bien un conglomerado de muchas funciones cognitivas superiores, incluyendo la memoria, la capacidad de planificar y... la inhibición. Para enfocarnos en una tarea, debemos suprimir nuestra respuesta natural de respuesta rápida a otros estímulos. La inhibición puede parecer simple, pero en realidad requiere una madurez del sistema nervioso y práctica.
Cuando reflexionamos sobre la historia de la evolución de nuestra especie, nos damos cuenta de que la gran mayoría de ella es la historia de recolectores-cazadores, que dependían de sus instintos frente a la naturaleza salvaje. La capacidad de dividir la atención, reaccionar rápidamente a los estímulos y hacer varias cosas a la vez no es un invento humano, de hecho, todos los animales poseen estas habilidades, ya que son condiciones necesarias para sobrevivir en la jungla. Es una "función predeterminada" de nuestro cerebro y no una habilidad excepcional. Nuestra característica especial es actuar exactamente al contrario: primero, seleccionando los estímulos que nos llegan, segundo, suprimiendo los que no son relevantes en ese momento y tercero, inhibiendo las reacciones a esos estímulos.
Nuestra cultura, nuestra civilización, surgieron del pensamiento. No del pensamiento que divaga y salta superficialmente de una cosa a otra, sino del pensamiento que profundiza en las cuestiones. La contemplación, la reflexión, la meditación, es decir, la concentración profunda y el rechazo de cualquier distracción, son fundamentales. No solo para el pensamiento y la creatividad, sino también para la felicidad. Michaly Csikszentmihalyi, en su concepto del flujo (flow), describe un estado de completa concentración en el que perdemos la noción del tiempo y nos sumergimos en lo que estamos haciendo. Este estado, en el que el mundo deja de existir, no solo nos brinda paz, sino que también nos hace más creativos y productivos. Ocurre cuando la tarea en la que nos concentramos nos desafía (las actividades simples y rutinarias nos aburren rápidamente y nos llevan a buscar distracciones), pero al mismo tiempo tenemos los recursos para manejarla.
Cómo ser más productivo, creativo y tener más tiempo
Aunque en teoría todo siempre parece obvio, la práctica es completamente diferente. Sin embargo, podemos aprender a tener un enfoque más consciente de nuestros recursos mentales e incorporar hábitos en nuestra vida que, con el tiempo, darán mejores resultados en el trabajo, mayor tranquilidad y resistencia al estrés.
En primer lugar, debemos cuidar nuestro entorno. Incluso Buda no podría concentrarse en una habitación con la televisión encendida, música y teléfono. Recuerda que desactivar las notificaciones en el teléfono es fundamental, aunque también vale la pena mantenerlo fuera de la vista. Incluso un teléfono apagado al alcance de la mano es una fuente grave de distracción. Si no podemos hacer esto, minimicemos al máximo los mensajes que nos llegan, existen aplicaciones que bloquean el uso de las que no son necesarias. La música, aunque a menudo se considera útil para el estudio, también es otro estímulo que nuestro cerebro debe inhibir para concentrarse en la tarea. Todo depende del contexto: la música tranquila y predecible (sin letras) será mejor que el ruido exterior, pero leer y escuchar rap puede ser muy ineficiente. Prestemos atención a todo lo que pueda dificultar nuestra concentración: dispositivos encendidos, la presencia de otras personas, pero también nuestro estado físico (incluso el ruido del estómago puede distraernos eficazmente de nuestra tarea).
Recordemos que tenemos una capacidad limitada en lo que se llama "espacio mental" o recursos de atención. No somos computadoras. Si la tarea que tenemos es nueva y compleja, debemos concentrar toda nuestra atención en ella. Si son varias tareas menos complicadas, podemos realizarlas simultáneamente sin demasiada pérdida.
El descanso es otro elemento importante del que no debemos olvidarnos. Al igual que la capacidad, nuestra atención también tiene un tiempo limitado. Cuánto tiempo - en gran medida, es una cuestión individual, pero exigirnos estar completamente concentrados durante más de tres horas es poco realista. Las pausas en el trabajo son un aspecto, otro es el descanso en nuestro tiempo libre. Al menos un día a la semana debería ser para "no hacer nada" y recuperar nuestras energías mentales.
Técnicas como el yoga, la meditación y el entrenamiento autógeno tienen un impacto muy positivo en la reducción del estrés y la mejora de la capacidad de concentración. La calma, desconectarse del modo constante de recibir estímulos del entorno, centrarse en la respiración y en nuestro propio cuerpo son cosas que vale la pena incorporar a nuestra rutina diaria. No todo funcionará para todos: hay personas que, al intentar meditar, se vuelven más tensas e irritables. Se trata más de encontrar algo que nos permita desconectar y nos tranquilice, ya sea dibujar, regar las plantas o recibir un masaje.
Reducir el tiempo que dedicamos a navegar por las redes sociales tendrá efectos positivos no solo en nuestra concentración, sino también en nuestro bienestar y autoestima. No se trata de demonizarlas, ya que son herramientas que nos brindan muchas oportunidades en términos de comunicación, aprendizaje y entretenimiento. Sin embargo, cuando nos volvemos dependientes de la "dopamina instantánea" que obtiene el consumo sin sentido de fotos o videos, nos resultará mucho más difícil concentrarnos en algo más complejo y exigente. Esto es especialmente importante en relación con los jóvenes y los niños, corteza cerebral aún no está completamente desarrollada. Los niños menores de dos años no deben tener contacto alguno con computadoras y teléfonos, y luego, su uso debe ser muy limitado.
Permitirse desenfocarse, en el contexto de todo lo que he mencionado antes sobre la concentración, puede parecer algo contradictorio, pero es una estrategia que sirve a la creatividad. Concentrarse durante mucho tiempo en un problema específico puede llevarnos a cierta estancamiento. Aparece el cansancio y el desaliento. Alejar los pensamientos, dar un paseo, tomar una siesta, ocuparse de otra cosa a menudo hace que surjan nuevas ideas en el momento menos esperado.