Mitos sobre el desarrollo personal
En torno al desarrollo personal ha habido, desde hace algún tiempo, bastante confusión. Escuchamos por todas partes que debemos desarrollarnos, porque quien no avanza, retrocede; que debemos: mantenernos al día con los cambios, encontrar nuestro yo, vivir en armonía, encontrar la felicidad, lograr el éxito, pensar positivamente, superar dificultades, salir de nuestra zona de confort, ser emprendedores, productivos, convertirnos en "la mejor versión de nosotros mismos", "ser nosotros mismos", expresar emociones, ser asertivos, vivir con pasión, disfrutar de la vida... Acerca de que todo esto es posible, nos convencen las historias de personas que lo han logrado, los vendedores de cursos "motivacionales", los medios de comunicación y la publicidad. El desarrollo se ha convertido en una especie de palabra mágica. Desarrolla tu potencial, tus posibilidades, tu mente, tu vida interior, tu talento y cualquier cosa que se te ocurra. Eso se vende, y alrededor del "desarrollo" se ha formado toda una industria.
No quiero sugerir que todo esto no tenga sentido. Personalmente, creo profundamente que la esencia de la vida humana es la búsqueda de la felicidad, de vivir plenamente, de realizar todo lo que nos convierte en seres humanos. Creo que el desarrollo está inscrito en nuestra naturaleza.
Sin embargo, al observar y escuchar los contenidos que inundan nuestro espacio virtual, no puedo evitar preguntarme: "¿Pero para qué? ¿Y qué significa realmente todo esto?". Es muy fácil perderse en los mensajes presentados como verdades evidentes y a menudo contradictorias.
A continuación, presento - de manera muy subjetiva - algunas afirmaciones que se han convertido en una especie de "dogmas del desarrollo personal" y algunas reflexiones personales al respecto.
I. El desarrollo es un fin en sí mismo
La primera idea que me viene a la mente cuando escucho que alguien hace algo "para desarrollarse" es que ha habido un malentendido. Nos desarrollamos constantemente al confrontarnos con la realidad. Observamos y experimentamos. Adquirimos nuevas habilidades y conocimientos. Asumimos nuevos roles y responsabilidades. Establecemos y mantenemos relaciones. Experimentamos toda la gama de emociones en respuesta a las experiencias que nos ofrece la vida: fracasos, éxitos, pérdidas. Aprendemos a lidiar con ellos y aprendemos muchas cosas sobre nosotros mismos. ¿Hay algo, un curso, un libro o un método que pueda reemplazar la práctica? Todo esto puede ayudarnos a entender, ver desde otra perspectiva, encontrar maneras, pero sin trasladarlo a la vida real, queda como un vacío.
Hay una diferencia fundamental entre cuando alguien decide, por ejemplo, practicar la meditación porque le ayuda a controlar mejor sus emociones y, por lo tanto, a manejar mejor su trabajo o relaciones, y cuando deja su trabajo y descuida una relación para practicar la meditación y, así, "desarrollarse". Huir de la realidad es lo contrario del desarrollo.
Si nos concentramos en qué y cómo, olvidando el por qué y el para qué, si pensamos que nos desarrollaremos en otro lugar que no sea nuestra realidad, que necesitamos cursos y métodos especializados, caemos en la trampa del pseudodesarrollo.
II. Los cursos y libros sobre desarrollo, manuales y charlas motivacionales te ayudarán en el desarrollo personal.
Todos ellos tienen algunas características en común: 1. Un título atractivo ("Descubre el poder del entrenamiento mental", "Cómo liberar tu potencial sobrenatural"), 2. Ofrecen un método infalible y único que te permitirá...(lo que desees), 3. Presentan la realidad como una secuencia lógica de causa y efecto, donde la acción provoca una reacción, sin espacio para lo ilógico, lo inesperado, lo caótico y lo confuso, 4. Subrayan el papel del individuo en realizar cambios, sin tener en cuenta la ayuda externa o el cambio de entorno.
En un manual típico, encontramos un esquema: el autor, apoyándose en una historia (la suya o la de otros), nos cuenta cómo: 1. Era su vida antes del "despertar", cómo se equivocaba, no tenía dinero, se aproximaba mal a la vida, etc. 2. El momento de iluminación, la comprensión de lo que significa el éxito, cómo funciona el mundo, la mente humana y cómo aprovecharlo. 3. Cómo se transformó su vida y la de miles de personas a las que enseñó este método, por supuesto, para mejor, gracias a las acciones que tomó.
El problema es que la vida no funciona así. Cada persona en este planeta es diferente. Única. Vive en un contexto social, económico, político, cultural e histórico complejo. Tiene sus propios pensamientos, creencias y valores; percibe el mundo de su manera única e inimitable. No hay un método seguro o infalible para la vida. No hay absolutamente ninguna certeza de que lo que funcionó para otra persona será adecuado para ti. Más aún, lo que funcionó una vez, no necesariamente funcionará la segunda. La vida no es predecible y no todo depende de nosotros. Esto no lo enseñan los manuales, pero la buena literatura lo ilustra perfectamente. Al leer a Kafka, Dostoyevski, Kundera o Tokarczuk, conocemos un mundo no en blanco y negro, no siempre lógico o significativo, visto desde diferentes perspectivas, donde el individuo no es el centro y motor de los eventos, a veces logra lidiar con ellos, y a veces no.
III. Todo es posible
Uno de los slogans más repetidos por los "gurús" del desarrollo personal es: ¡puedes lograrlo todo!
La creencia de que todo está al alcance de nuestras posibilidades y que solo se necesita fe, una actitud adecuada y esfuerzo para cumplir nuestros sueños y superar cualquier adversidad no solo es errónea, sino también perjudicial. Podemos encontrar las raíces de esta idea en la psicología cognitiva, que por primera vez, en los años setenta, comenzó a subrayar el papel de la percepción subjetiva de la realidad y la importancia de los esquemas de pensamiento, creencias y estilos cognitivos en el funcionamiento humano. Sin embargo, la psicología "pop" ha reducido algunas conclusiones de la psicología cognitiva a un gran atajo de pensamiento. Si bien nuestra forma de ver e interpretar los fenómenos, el sentido de autoeficacia y la motivación impactan indiscutiblemente en nuestras decisiones y en los resultados de nuestras acciones, ignorar otros factores (externos e internos, como rasgos de personalidad, condiciones físicas) puede llevar a la frustración y la depresión.
Imagínate que deseas tener éxito al establecer tu propio negocio. Lo deseas intensamente. Crees firmemente que lo lograrás y trabajas en ello día y noche. Tu actitud te ayuda, pero también hay un mercado, consumidores, competencia, empleados, la situación política: no tienes control sobre ninguna de estas cosas.
No tenemos control sobre otras personas, sobre los cambios en el mundo, incluso sobre nuestro propio cuerpo, que puede "desobedecernos" y enfermarse. Atribuir un papel principal a las creencias y la actitud en el caso de que alguien sufra de una enfermedad grave es muy perjudicial. Hay cosas que no podemos cambiar. Hay adversidades que no superaremos, aunque lo deseemos y otros lo hayan logrado.
Lo que es posible, es tomar decisiones, esforzarse y comprometerse. No siempre los resultados serán favorables. Sin embargo, cómo interpretemos esos resultados, cómo reaccionemos y qué aprendamos depende de nosotros.
IV. Basta con "encontrarte a ti mismo"
Otro dogma que se repite como mantra en el ámbito del desarrollo personal es: "descubre tu verdadero yo". Solo es necesario sumergirse en nuestro interior, porque todas las respuestas y soluciones ya están allí. Abandonar el "yo falso", ser uno mismo, liberarse de normas y limitaciones no naturales.
Si miramos esto con más crítica, este tipo de afirmaciones, además de ser llamativas, no tienen fundamento ni sentido.
¿Es posible que no seamos nosotros mismos? ¿Que seamos alguien diferente según las circunstancias? En diferentes situaciones cumplimos diferentes roles: el de padre, empleado, pareja, amigo, estudiante, maestro... Con nuestro jefe nos comportamos de manera diferente que con un niño. En relación con un amigo, somos diferentes que con un completo desconocido. ¿Nos convertimos, por lo tanto, en alguien diferente? ¿Es nuestro "yo" en relación con el jefe un yo falso? Nada más lejos de la realidad. Siempre somos nosotros mismos; simplemente mostramos diferentes lados de nuestro ser en diferentes situaciones. A veces queremos causar una buena impresión, evitar conflictos y no expresamos todo lo que sucede dentro de nosotros. Cuando nos sentimos seguros, con una persona cercana, podemos sentirnos más "auténticos".
La concepción de abandonar normas rígidas y mandatos sociales tiene su origen a inicios del capitalismo, cuando la persona, por un lado, debía adherirse a estrictas normas religiosas y, por otro, adaptarse a los estereotipos sociales establecidos que dictaban lo que podía y debía pensar, sentir y cómo comportarse. En esa época, el trastorno mental más diagnosticado era la neurosis, y sus causas se buscaban en la represión de impulsos naturales. Con el tiempo, la psicología comenzó a subrayar el papel del inconsciente y el concepto de "yo", y hoy en día nadie cuestiona su importancia. Sin embargo, lo que en las teorías psicológicas funciona como un constructo teórico (yo, ego, self, imagen de uno mismo), la psicología pop lo ha transformado en algo similar a un Santo Grial. Como si hubiera algo dentro de nosotros que debemos encontrar porque allí está la verdad. Sin embargo, no existe otro "yo" que aquel que creamos a lo largo de nuestras vidas basándonos en nuestras acciones y relaciones con los demás. Lo que somos no se revela a través de la introspección. Podemos identificar nuestras necesidades, emociones, deseos, pensamientos, valores y creencias. No obstante, lo que define quiénes somos es lo que hacemos con todas estas percepciones.
Puedes sentir enojo, pero si no haces daño a los demás, no eres una mala persona. Puedes considerarte un buen jefe, pero si tus empleados te temen, probablemente la realidad sea diferente.
Las respuestas no siempre se esconden dentro. Nuestras reacciones, nuestras relaciones, nuestras acciones hablan mucho más de nosotros. Lo que, en todo caso, nos da mucha más libertad, porque todo esto se puede cambiar, creando y formando nuestro propio "yo". Lo que no significa que sea falso.
Además, la autenticidad no siempre es sinónimo de lo correcto. Para vivir mejor en sociedad, seguimos ciertas normas y costumbres, aunque entonces debemos ocultar nuestras emociones auténticas. Ser amable con un vecino cuando estamos de mal humor, sonreír a una colega que no nos agrada, alegrarnos por un regalo que deseamos tirar a la basura, no perjudica nuestra salud y no nos hace menos humanos. Al contrario.
V. Encontrarás paz, felicidad y armonía para siempre
El desarrollo personal es un proceso que dura toda la vida. Requiere atención, reflexión y esfuerzo. Cada etapa de la vida nos presenta nuevos desafíos y crisis. Cada día trae eventos que nos confrontan con lo que sabemos sobre nosotros mismos y el mundo. Nos exigen tomar decisiones y acciones. Aprendemos nuevas cosas y habilidades, conocemos a otras personas, otros puntos de vista. Nos cambiamos a nosotros mismos y a nuestro entorno. Cuando alcanzamos un estado de equilibrio, ocurre algo que nos saca de él, y eso es natural; sin esto, no habría desarrollo. En última instancia, el equilibrio es un estado muy inestable y frágil. La expectativa de que una vez logrado, lo mantendremos para siempre es irrealista. Nuestras experiencias y el conocimiento y habilidades adquiridos nos ayudan a regresar constantemente al equilibrio, pero eso requiere nuevas formas y esfuerzos cada vez.
La felicidad es similar; la creamos y aprendemos a ser felices a lo largo de nuestra vida. No hay un solo camino y una sola verdad que resuelva esto de una vez para siempre.
VI. Solo importa el aquí y el ahora
"El pasado ya ha pasado, y el futuro solo existe en nuestra mente." Por un lado, es difícil negar la validez de esta afirmación, repetida continuamente en cursos de meditación y por seguidores del mindfulness. La habilidad de concentrar la atención en la tarea que estamos realizando, en la persona con la que estamos hablando, o en nuestro propio cuerpo es muy valiosa y nos ayuda en nuestro funcionamiento diario. Sin embargo, como siempre, esto es solo una parte de la verdad. Vivir la vida "aquí y ahora" puede parecer tentador, pero no es realista.
El problema es que el cerebro humano no funciona de esa manera. Pensamos en lo que fue, en lo que podría ocurrir: tenemos recuerdos, experiencias y planificamos el futuro. Nuestras relaciones se basan principalmente en lo que ya hemos vivido con personas determinadas, nuestras acciones se basan en lo que queremos lograr. Somos seres pensantes y los únicos en el mundo capaces de proyectar nuestros pensamientos hacia el pasado y el futuro; ¿por qué deberíamos evitarlo? ¿Cómo entendernos a nosotros mismos sino mirando hacia atrás, cómo entender el mundo sino aprovechando el conocimiento y la historia? Lo que ha pasado tiene importancia. A nivel social e individual. Nos da una sensación de continuidad y coherencia. Es cierto que centrarse únicamente en lo que fue o vivir imaginándose lo que podría haber sucedido no nos beneficia en nada, pero caer en la otra extrema de esta realidad es igualmente inútil.
VII. Solo cuenta la actitud positiva
"Siempre sonríe", "Piensa en el lado positivo", "Los optimistas lo tienen más fácil", "Siempre di que sí"- otros clichés repetidos en manuales, charlas y anuncios. Se ha arraigado la creencia de que el optimismo es la clave del éxito, y un ejemplo extremo de esto es la práctica de "afirmaciones" que se supone actúan como profecías que se cumplen por sí solas. Basta con que piense en cosas positivas para que se materialicen. No hay justificación para esto en la psicología, y es solo un lema atractivo que se vende porque es fácil y no requiere esfuerzo.
El culto al "optimismo desenfrenado" tiene sus raíces en la cultura estadounidense, y el desarrollo de la psicología positiva en la década de 1980 no fue irrelevante. Su pionero, Martin Seligman, estudió el impacto de los estilos cognitivos de las personas en su salud mental y física y desarrolló la "fórmula de la felicidad", donde uno de los elementos son las emociones positivas y el nivel de optimismo. La psicología "pop" ha relegado otros factores, como el compromiso y las circunstancias externas, promoviendo el optimismo como determinante del éxito.
Sin embargo, como indican los estudios de psicología social, el optimismo excesivo a menudo produce efectos contrarios: cuando solo tomamos en cuenta los escenarios positivos, tendemos a involucrarnos menos en las acciones planificadas y a realizar menos esfuerzo, nos preocupamos menos, y un muy bajo nivel de activación no favorece la efectividad. Las personas con un enfoque moderadamente pesimista se preparan mejor para diferentes circunstancias y son más resistentes a los fracasos. El optimismo excesivo a menudo implica una evaluación irrealista de la situación, de nuestras competencias, una ilusión de control sobre factores externos que no dependen de nosotros. Esto, a su vez, puede contribuir a peores resultados en acciones, aumentando la ansiedad, la depresión y disminuyendo la autoestima.
Otro aspecto del "ver a través de gafas de color rosa" es la falta de crítica respecto a la información recibida y las acciones realizadas. Vivimos en una cultura que promueve un enfoque proactivo y el "sí". Lo nuevo y el más son sinónimos de lo mejor. Nuevas ideas, soluciones, cosas, actividades y desafíos que debemos probar para "vivir plenamente". Cuestionar su valor se percibe como conservadurismo o falta de valentía. Mientras que puede ser justo lo contrario. Negarse a entrar en algo nuevo puede ser una expresión de un enfoque reflexivo y crítico, de actuar de acuerdo con nuestro propio sistema de valores, coherencia y madurez.
El optimismo es una cualidad que puede mejorar el bienestar, pero a largo plazo, la aceptación de la realidad tal como es resulta más efectiva. Reconocer que a veces hace mal tiempo (y no que solo nos vestimos incorrectamente), que hemos actuado de manera inapropiada (y no que simplemente tuvimos un mal día), que nos ha sucedido algo horrible (y no hay aspectos positivos), que habrá y hay eventos sobre los que no tenemos control y que nos superan (por ejemplo, enfermedad o muerte de un ser querido) permite, paradójicamente, encontrar una paz auténtica y un verdadero desarrollo personal.