Cómo nos engaña nuestro cerebro - sesgos y heurísticas cognitivos

12.11.2023

      No porque el hombre sea un ser inteligente implica necesariamente que sea completamente racional. Los filósofos griegos ya eran conscientes de las trampas y falacias del pensamiento. Hoy en día, a partir de los años sesenta del siglo XX, el estudio de las distorsiones cognitivas y los errores de razonamiento se ha convertido en el objeto de investigaciones interdisciplinarias en el borde entre la filosofía, la psicología social, la psicología cognitiva y la economía. En términos generales, se refiere a los patrones habituales de percepción e interpretación de la realidad que, a su vez, influyen en nuestras emociones, actitudes, decisiones y acciones, y que debido a su irracionalidad pueden hacerlas inadaptadas. En otras palabras, se trata de una forma sesgada de percibir y pensar. Daniel Kahneman, en su libro "Pensar rápido, pensar despacio", ha delineado algunas de las condiciones, así como también las posibles consecuencias de esta inclinación universal. Es importante recordar que la predisposición a utilizar atajos mentales tiene una explicación evolutiva y que su funcionalidad radica en facilitarnos la evaluación y toma de decisiones rápidas. Sin embargo, así como los esquemas perceptuales nos llevan a ilusiones ópticas, de la misma manera, los procesos mentales simplificados conducen a una imagen distorsionada de la realidad. Entre ellos, podemos destacar las distorsiones cognitivas, las heurísticas cognitivas y las falacias lógicas. Las distorsiones o sesgos ocurren cuando extraemos conclusiones basadas en premisas insuficientes, razonando de forma sesgada y selectiva al ignorar datos relevantes. Las heurísticas, según la definición propuesta por Kahneman, consisten en sustituir un problema por otro menos complicado (por ejemplo, cuando respondemos "¿cómo me siento al respecto?" en lugar de "¿qué pienso al respecto?"). Las falacias, en cambio, se producen cuando se omiten las reglas de la lógica o la probabilidad. En los atajos mentales que comúnmente utilizamos, se entrelazan todos estos elementos.


Los sesgos y heurísticas más comunes:


  • La ley de los pequeños números


Se trata de la tendencia a generalizar fenómenos basándose en la observación de un número reducido de casos, que estadísticamente no son representativos. Consiste en una convicción equivocada de que las reglas detectadas en un grupo específico se aplican sin más a una población más amplia.

En lo que respecta a la ley de la probabilidad, esta solo es aplicable a grandes números. Cuando intentamos prever eventos o establecer relaciones causales, es necesario considerar una muestra significativa. Si nos limitamos a un grupo más pequeño, los fenómenos en cuestión pueden ocurrir con una frecuencia que no representa adecuadamente a la población general. Podríamos, por ejemplo, observar que en un grupo determinado la incidencia de casos de cáncer es relativamente baja o alta y ser tentados a sacar conclusiones sobre las causas atribuyéndolas al lugar de residencia, costumbres, etc., cuando la única razón es el tamaño del grupo.

¿Cuáles son las implicaciones prácticas que debemos tener en cuenta en nuestro día a día? En primer lugar, debemos recordar asumir los resultados de estudios o encuestas con desconfianza. Al no tener acceso al tamaño y representatividad de la muestra, debemos tomar los resultados con precaución y no llegar a conclusiones prematuras. Del mismo modo, debemos evitar generalizar nuestras experiencias, especialmente cuando están limitadas a un número reducido de casos o personas.


  • La heurística de la disponibilidad


En resumen, se trata de una tendencia a evaluar la extensión de un fenómeno en función de la facilidad con la que nos viene a la mente. Tenemos un acceso más fácil a eventos que se han grabado en nuestra memoria debido a su singularidad, cobertura mediática, dramatismo o importancia personal. También tendemos a recordar mejor algo que ha ocurrido recientemente, nos ha afectado emocionalmente o ha sido una excepción destacada. En otras palabras, tendemos a sobreestimar la frecuencia de algo que nos ha llamado la atención, considerándolo más típico de lo que en realidad es. Un accidente aéreo trágico, una serie de robos en nuestro vecindario o la enfermedad de una persona cercana son cosas que suelen destacar en nuestra memoria, lo que nos lleva a sobrevalorar su incidencia en el futuro. Cuanto más disponible esté un hecho en nuestra memoria e imaginación, mayor será su influencia en nuestras emociones y decisiones.

Los estudios sobre este efecto han demostrado su carácter universal y sus interesantes implicaciones. Concretamente, la información más accesible, independientemente de su calidad o características, influye en nuestra evaluación de la situación. Cuanto más tengamos que esforzarnos para recordar los hechos, menos confianza nos inspirarán. Por ejemplo, en los encuestados cuya tarea era enumerar sólo tres ejemplos de situaciones en las que se habían sentido seguros, aumentó el sentimiento de seguridad. Por otro lado, aquellos que tenían que recordar más de diez ejemplos experimentaron una disminución en ese sentimiento.

La heurística de la disponibilidad también tiene consecuencias sociales, ya que los eventos con una mayor cobertura mediática tienden a considerarse más importantes y comunes de lo que realmente son. Un hecho que se vuelve viral captura la atención del público y, a su vez, los medios de comunicación lo difunden ampliamente. Como resultado, la mayoría de las personas tienden a sobreestimar la probabilidad de un ataque terrorista o la muerte en un accidente, mientras que las enfermedades cardíacas o el cáncer siguen siendo las principales causas de muerte prematura.

La heurística de la disponibilidad puede ser muy práctica y, de hecho, funciona en muchas ocasiones. El problema surge cuando, al tomar decisiones importantes, nos dejamos llevar por impresiones en lugar de verificar los datos, corriendo el riesgo de poner en peligro nuestra salud, finanzas o seguridad. Otro ejemplo de esta heurística es la tendencia a sobrevalorar nuestra propia contribución en una relación o en un trabajo en equipo, ya que nos resulta más fácil recordar nuestros propios esfuerzos en comparación con los de los demás.


  • La heurística del afecto


Es uno de los mecanismos que ocurre con frecuencia en nuestra mente y es responsable de que nuestro razonamiento, evaluación de la realidad y toma de decisiones estén dominados por la actitud emocional que tenemos hacia un tema. Consiste en la tendencia a sobrevalorar el lado positivo de una solución e ignorar posibles consecuencias negativas cuando nuestra actitud es positiva, y al revés, pasar por alto los beneficios y exagerar el riesgo de lo que nos genera rechazo. La clave aquí es la secuencia: de emoción a argumentación. Hay temas que provocan emociones intensas y nos llevan a elaborar argumentos a favor o en contra, y a resistir ver el otro lado de la moneda. Esto no significa que nuestra mente esté completamente cerrada y no seamos capaces de cambiar de opinión. Sin embargo, después de cambiar nuestra actitud, la tendencia a la argumentación sesgada persiste.

Es cierto que las emociones forman parte de nuestro ser y que la mayoría de las decisiones deben tenerlas en cuenta. No obstante, es importante preguntarnos hasta qué punto nos dejamos llevar por nuestras preferencias y aversiones cuando se trata de decisiones sobre finanzas, política o salud.


  • El sesgo de causalidad


Cuando observamos que dos eventos ocurren al mismo tiempo, tendemos a considerar que uno de ellos es la causa del otro. Esta tendencia está arraigada en nuestra necesidad innata de comprender el mundo y encontrar patrones. Nuestro cerebro, con el objetivo de protegernos del caos y la aleatoriedad, crea conexiones y asociaciones. Sin embargo, a menudo vemos causalidad donde no la hay y lo que realmente ocurre es pura casualidad. Dos eventos que coinciden en el tiempo y el espacio pueden ser completamente independientes. Es posible que exista una tercera variable que explique la coincidencia. La correlación no equivale a la causalidad.

La predisposición a identificar interconexiones puede dar lugar a supersticiones y creencias infundadas. En casos extremos, puede incluso llevar a convicciones extendidas y teorías conspirativas.


  • El efecto de anclaje


Este fenómeno describe la tendencia a condicionar nuestros procesos mentales a la información que se nos presenta por primera vez. Independientemente de la cantidad y la calidad de esa información, así como de sus fuentes y su validez, esta tiene el poder de establecer un punto de referencia para nuestra evaluación de las circunstancias, las conclusiones a las que llegamos y la toma de decisiones. El efecto de anclaje es responsable de que la información inicial determine nuestra actitud hacia los datos que se presentan posteriormente.

Un ejemplo práctico del efecto de anclaje es la fijación de precios. En el contexto de las negociaciones, la primera propuesta establece un punto de partida y referencia para las siguientes. Los expertos en marketing saben muy bien cómo aprovechar este efecto. Cuando vemos un producto con un precio "rebajado", nos fijamos en el precio inicial, lo que hace que el nuevo precio nos parezca una ganga y estemos más dispuestos a comprar el producto, aunque el nuevo precio aún sea alto.

El anclaje no siempre nos lleva a engaño; de hecho, cuando nos encontramos ante una situación o problema nuevo, puede brindarnos la información que nos falta. El problema surge cuando nuestras elecciones están supeditadas a una referencia completamente aleatoria, sin que nos demos cuenta de ello.


  • Heurística de representatividad


Describe la tendencia a evaluar una situación o persona basándonos en el grado en que encajan en nuestra imagen de cómo deberían ser, y predecir el futuro utilizando nuestras experiencias previas y asociaciones almacenadas en la mente. Nuestro cerebro es experto en categorizar y clasificar eventos, personas y cosas. Pensamos utilizando conceptos e ideas organizadas alrededor de representaciones. Al asignar un fenómeno a una categoría, solemos atribuirle otros aspectos que corresponden a esa categoría. Cuantas más características coincidan, más propensos estamos a sacar conclusiones, muchas veces injustificadas en términos de lógica o probabilidad. Este atajo mental se manifiesta en nuestra respuesta a la pregunta de probabilidad por similitud.


  • Sesgo de retrospectiva


Se trata de un fenómeno bien conocido como "eso lo vi venir" o "sabía que esto iba a ocurrir", es decir, la tendencia a sobreestimar nuestra capacidad de prever los hechos a posteriori. Está relacionado con la propensión a modificar nuestros recuerdos sobre nuestro conocimiento y opiniones sobre un asunto, de manera que se alineen con lo que sabemos sobre su resultado. Todos somos propensos a caer en la ilusión de que un evento era previsible y de que la decisión debería haber sido mejor, al mismo tiempo que ignoramos las circunstancias y la información disponible en ese momento. Es una sensación de que algo tenía que suceder y que todo apuntaba en esa dirección. Nuestra memoria no es una "caja negra" que mantenga todas las experiencias intactas. Cada nueva experiencia y conocimiento que adquirimos tiene la capacidad de modificar nuestros recuerdos.

El sesgo de retrospectiva puede llevar a una crítica exagerada e infundada de una decisión, especialmente cuando su resultado es negativo. Al juzgar una decisión basándonos en su resultado y pasar por alto todas las circunstancias e información previa, cometemos un error.


  • Sesgo de costo hundido


En resumen, se refiere a la tendencia a persistir en una actividad o permanecer en una situación simplemente porque ya hemos invertido tiempo, dinero o esfuerzo en ella, a pesar de que los costos actuales superan los posibles beneficios futuros. En otras palabras, nuestro comportamiento está influenciado por el miedo a la pérdida en lugar de nuestro interés. Podemos observar este efecto cuando decidimos seguir viendo una película aburrida solo porque ya hemos pagado la entrada de cine. También ocurre cuando continuamos invirtiendo en un negocio poco rentable debido al dinero que ya hemos invertido. En lugar de reconocer nuestro error o el fracaso de nuestra empresa, nos aferramos a ella y seguimos incurriendo en más costos. Caemos en este sesgo cuando, en lugar de actualizar nuestro análisis de la situación, basamos nuestras acciones en decisiones pasadas. Centrarnos en la pérdida puede impedir una evaluación adecuada y obstaculizar posibles alternativas.


  • Efecto halo


Describe la tendencia a evaluar o juzgar a una persona o cosa en función de una característica y atribuirle otros rasgos relacionados que existen en nuestra mente. Esto ocurre cuando nuestra valoración global de una persona o cosa está determinada por la primera impresión que hemos formado basándonos en un factor destacado. Por ejemplo, si una persona llama nuestra atención por su belleza, tendemos a atribuirle una serie de cualidades positivas, como inteligencia, amabilidad o sentido del humor, que objetivamente no están relacionadas con ella. También existe el efecto halo negativo, cuando una característica negativa nos lleva a inferir otras características indeseables. Este fenómeno está relacionado con nuestra tendencia a construir una imagen simplificada y coherente de la realidad, en la que las contradicciones se excluyen. El efecto halo puede llevar a una profecía autocumplida, ya que nuestro comportamiento hacia una persona, influenciado por nuestra primera impresión, provoca respuestas que refuerzan nuestro juicio inicial. En lugar de aceptar la complejidad del otro y el papel de las circunstancias, interpretamos su comportamiento basándonos en información selectiva.


  • Ilusión de confianza


Describe la tendencia a dar crédito a las personas que expresan un alto grado de autoconfianza. Una vertiente de este fenómeno es el sesgo de autoridad, que se refiere a la disposición de confiar en todo lo que dicen las personas que son percibidas como profesionales o gozan de estima en cualquier tema, sin importar el asunto sobre el cual expresen su opinión.


  • Sesgo de proyección


A nivel interpersonal, se manifiesta en la suposición de que la mayoría de las personas comparten las mismas emociones, opiniones, tendencias o valores que nosotros. En otras palabras, implica una brecha en la empatía debido a la dificultad de admitir otro punto de vista.

A nivel individual, implica la propensión a considerar nuestras propias emociones, valores o posturas como consistentes en el tiempo e independientes de las circunstancias.


  • Sesgo de impacto emocional


Es la tendencia a sobrevalorar la intensidad y duración de nuestra respuesta emocional a los eventos futuros. Al imaginar un evento crítico, trágico o una pérdida, tendemos a exagerar las emociones negativas que podrían provocar, y a la inversa, al visualizar un evento excepcionalmente agradable, pronosticamos un aumento de la felicidad. En realidad, tanto los eventos difíciles como los agradables en realidad solo afectan nuestro estado de ánimo por un tiempo y luego volvemos a nuestro nivel habitual.


  • Efecto Dunning-Kruger


Este fenómeno describe la tendencia de las personas con poco conocimiento y experiencia a sobreestimar sus habilidades en un área determinada, mientras que los expertos suelen cuestionar sus capacidades. La falta de conocimiento en un campo hace que los inexpertos sean ciegos ante sus deficiencias y actúen con una confianza infundada. Por otro lado, aquellos más conscientes tienden a ser más autocríticos y menos propensos a expresar opiniones y juicios contundentes.


  • Sesgo del punto ciego


Este sesgo se refiere a nuestra tendencia a pasar por alto nuestros sesgos y distorsiones cognitivas. Al igual que nuestro ojo tiene un "punto ciego", un área donde no registra las imágenes (aunque nuestro cerebro las completa automáticamente), a nivel psicológico no reconocemos en qué medida la imagen que tenemos del mundo está incompleta y es influenciada por nuestras creencias, pensamientos y emociones. Tendemos a creernos más objetivos, justos y racionales que los demás. Nos resulta más fácil identificar los errores cometidos por otros. Esta falta de aceptación de nuestras propias deficiencias puede dificultar nuestra comprensión del mundo y de otras personas.


  • Efecto de falso consenso


Se trata de la ilusión de que la mayoría de las personas comparte nuestro modo de pensar y nuestras opiniones. Es una tendencia a sobreestimar el grado en que los demás están de acuerdo con nosotros. A menudo damos por sentado que todos tienen las mismas creencias, tendencias y preferencias que nosotros. Es un mecanismo inconsciente que sirve para proteger nuestra autoestima y la imagen que tenemos de nosotros mismos como personas inequívocas.


  • Error de atribución


Se manifiesta cuando tendemos a explicar el comportamiento de una persona por sus rasgos determinantes y constantes, mientras que atribuimos nuestro propio comportamiento a factores externos, especialmente cuando tiene consecuencias negativas. Otro tipo de este sesgo es atribuir nuestros éxitos a nuestro propio mérito y los éxitos de los demás a la suerte (y viceversa: explicar nuestros fracasos por casualidad y los fracasos de otros por error).


  • Efecto de marco


Observamos este efecto cuando nuestra capacidad de razonamiento y toma de decisiones se ve influenciada por la forma en que se nos presenta la información. Nuestro criterio en este caso depende del orden en que se nos presentan los datos, la forma en que se presentan los números (cifras o porcentajes), si se enfatiza el riesgo o la posibilidad de ganancia, o la mención del límite de tiempo. Es una estrategia ampliamente utilizada por los expertos en marketing.


  • Sesgo de confirmación


Es la tendencia a buscar, percibir y asumir información que confirme nuestras convicciones, opiniones y actitudes, al tiempo que ignoramos cualquier información que pueda refutarlas. Consiste en buscar argumentos que refuercen nuestras teorías e interpretar los datos de la manera que nos convenga. Es un error que conduce a una visión del mundo reducida y sesgada, refuerza convicciones erróneas y perjudiciales, afecta negativamente la toma de decisiones adecuadas y, a nivel social, lleva a la polarización de opiniones que impide el diálogo. Una forma de este sesgo es el sesgo de elección, donde una vez que hemos tomado una decisión entre dos opciones, nos enfocamos en los beneficios de la opción elegida, ignorando posibles fallas.


  • Ilusión de control


Según demuestran los estudios, tendemos a sobreestimar el control que tenemos en la realidad, incluso en situaciones explícitamente azarosas, como los juegos de dados o loterías. La ilusión de control no equivale al sentido de autosuficiencia, que nos hace más responsables de nuestros pensamientos y acciones. Por el contrario, la ilusión de control afecta nuestra capacidad de actuar de manera adaptativa debido a la falta de flexibilidad y a nuestro empeño en asuntos que no dependen de nosotros.


  • Teoría del mundo justo


Es una creencia según la cual el mundo es generalmente justo y cada acto tiene sus consecuencias correspondientes. En otras palabras, se basa en la convicción de que cada persona recibe lo que merece: las personas buenas siempre actúan correctamente y obtienen recompensas, mientras que los eventos negativos son resultado de errores, mala fe u otros defectos. Este sesgo tiene su explicación en nuestra necesidad de comprender y controlar el mundo; nos protege de la incertidumbre y la inseguridad de un mundo caótico en el que la suerte o la desgracia juegan un papel importante. El peligro de esta forma de pensamiento radica en que puede llevar a culpar a las víctimas de circunstancias y aumentar la brecha social.


En resumen, los sesgos cognitivos y fenómenos psicológicos mencionados, muestran cómo nuestra percepción y comprensión del mundo pueden ser influenciadas de manera sesgada e irracional. Estos sesgos pueden afectar nuestra toma de decisiones, nuestra forma de interpretar eventos y nuestra interacción con los demás. Reconocer y comprender estos sesgos es crucial para evitar errores y prejuicios, y para fomentar un pensamiento más objetivo y una interacción más justa con los demás. En última instancia, al ser conscientes de estos sesgos, podemos promover una mayor comprensión, diálogo y empatía en nuestras vidas y en la sociedad en general.