Autosabotaje
Una reunión importante, una entrevista de trabajo, un examen. Sabes que esto puede decidir tu futuro, te preparas durante semanas. Llega el día y... te quedas dormido. Olvidaste poner la alarma, ahora, apresuradamente, recoges tus cosas, sales de casa y llegas a la reunión lejos de estar tranquilo y concentrado.
Tu primera media maratón. Es importante para ti, porque has estado entrenando todo un año, quieres demostrarte a ti mismo y a los demás que estás en gran forma. Desafortunadamente, la noche anterior comiste dos pizzas, no puedes dormir y por la mañana tienes diarrea.
Una primera cita con un compañero de trabajo. Te importa hacerlo bien, porque te gusta mucho. Te maquillas, te vistes y decides tomar una copa de vino y revisar Instagram antes de salir. Después de dos horas te das cuenta de que tienes quince llamadas perdidas y probablemente ya es tarde para salir...
Hablamos de autosabotaje cuando nuestras propias acciones (pero también pensamientos y creencias) impiden o dificultan que alcancemos lo que nos importa.
No son acciones intencionadas, o al menos no conscientes. Algo "sucede", algo "surge", "se olvida", "justo en ese momento". Cada uno de nosotros ha experimentado este fenómeno y, tal vez, después del hecho, incluso comience a culparse a sí mismo: "siempre tengo que arruinarlo" o culpar a la suerte: "tengo mala suerte". El patrón es el mismo: a través de nuestras acciones o su ausencia, disminuimos la probabilidad de que logremos realizar nuestras metas.
Las formas de autosabotaje pueden ser:
Procrastinación: postergación eterna, encontrar excusas y justificaciones, ocuparnos de asuntos insignificantes en lugar de aquellos que pueden definir nuestro éxito.
Establecer objetivos sin concretarlos, abandonar proyectos comenzados. Cuando invertimos nuestro tiempo y esfuerzo en la realización de algo, que luego no terminamos o nos retiramos justo antes de finalizar.
Autocensura y autocrítica en el diálogo interno ("esto no es para mí", "no soy adecuado", "no puedo", "no lo merezco").
Encontrar excusas en uno mismo y en las circunstancias ("soy demasiado viejo/joven", "no tengo tiempo", "no tengo dinero").
Compararse con los demás para convencerse de que somos peores.
Negar nuestras emociones, necesidades y deseos. Sacrificarse por los demás sin considerar nuestras propias necesidades y objetivos.
Perfeccionismo excesivo, que nunca nos permite comenzar o continuar algo que nos importa porque "el resultado nunca será perfecto".
No cumplir promesas, huir de responsabilidades, "olvidar" obligaciones en la vida cotidiana. Puede incluir no pagar facturas a tiempo, olvidar recoger a un hijo de la escuela o recordar el cumpleaños de una pareja.
Abuso de alcohol u otras sustancias.
¿Por qué? ¿Qué nos lleva a ponernos obstáculos?
Existen muchas razones por las que recurrimos al autosabotaje. En algunas personas, es un patrón que aparece independientemente de la situación, en otras, solo en ciertas áreas, como en el ámbito profesional o en las relaciones con los demás. El mecanismo subyacente suele ser inconsciente. En algún momento de la vida, pudo haber funcionado, cumplía una función (protegiendo nuestro ego, sentido de valía, reduciendo la tensión) y en ciertas circunstancias todavía puede actuar así.
El problema es que, en realidad, al dificultar el cumplimiento de nuestras propias promesas, compromisos y sueños, socavamos nuestra confianza en nosotros mismos y en el éxito. Es como un ciclo vicioso, porque cuando nuestra confianza se ve afectada, mayor será la probabilidad de que nuevamente aparezca la tendencia al autosabotaje.
El autosabotaje aparece más frecuentemente en situaciones:
Cuando tenemos una baja autoestima — o muy inestable. Cuando nuestra autoestima tiende a fluctuar fuertemente en función de si tenemos éxito o fracaso (esto también está relacionado con el perfeccionismo y es una de las características del narcisismo), naturalmente evitamos todo riesgo de fracaso, especialmente en áreas que más nos importan. Podemos "sacrificar" aquellas que son menos significativas para nosotros, con el fin de proteger nuestra imagen de competencia en las importantes. Por ejemplo, como estudiante, mi imagen de ser inteligente es importante para mí, así que me preocupo mucho por aprobar los exámenes. Sin embargo, dedico poco tiempo a la asignatura más importante (siempre algo surge). Si apruebo el examen, mantendré mi imagen de ser inteligente (aprobé aunque dediqué poco tiempo, soy un genio) y si no lo apruebo, también (no significa nada; si hubiera dedicado más tiempo, lo habría aprobado sin problema). Ser una persona organizada no es tan importante para mí, así que no afecta mi autoestima. Pero, ¿qué pasaría si no aprobara y hubiese dedicado mucho tiempo y esfuerzo? Por un motivo similar, posponemos asuntos importantes, demoramos la finalización de proyectos, "olvidamos" las fechas, etc. Una persona con una autoestima estable podría, si no aprueba un examen, decir: "Está bien, no aprobé, pero soy inteligente y lo pasaré la próxima vez". En el caso de una autoestima frágil, la protegemos de todo lo que pueda dañarla.
Baja autovaloración: en este caso, podemos estar convencidos de que el éxito no nos corresponde, de que no lo merecemos, etc. Esta creencia puede estar profundamente arraigada, cuando en la infancia recibimos señales y mensajes que nos inculcan esto. Comparar a un niño con otros, exigir en exceso, tener expectativas irreales, disciplina severa, cuestionar y falta de aceptación del niño tal cual es, crean un adulto convencido de su inferioridad. Mantener una imagen constante de uno mismo es una necesidad importante, incluso cuando esa imagen no es coherente con la realidad y realmente nos perjudica. Alcanzar el éxito podría significar la necesidad de cambiar nuestra imagen de nosotros mismos, es decir, la base de nuestra identidad.
Miedo al fracaso: puede derivar de una autoestima inestable, exigencias y expectativas excesivas sobre uno mismo o miedo a la evaluación de los demás. Puede ser resultado de un enfoque irreflexivo, falta de perspectiva y evaluación inadecuada de la situación.
Tensión excesiva: cada una de las condiciones anteriores puede desembocar en reacciones de estrés intensas y, como resultado, retraimiento o disminución del compromiso. En ciertas situaciones, esto puede actuar como un mecanismo adaptativo: cuando nuestro nivel de excitación es alto al inicio y la tarea es muy significativa, reducir la tensión puede favorecer un mejor desempeño.
Presión social intensa: nos importa causar una buena impresión, de acuerdo con las expectativas de los demás, y al mismo tiempo no confiamos en nuestras propias competencias.
Temor subconsciente al éxito: el éxito también implica cambio; puede significar mayor responsabilidad, exigencias, o simplemente la necesidad de adaptarse a una nueva situación. Nos sentimos cómodos en situaciones familiares, donde sabemos qué esperar y cómo reaccionar.
Falta de objetivos definidos o que no son nuestros: si hacemos algo que "deberíamos" hacer solo para complacer a otros, que satisface las ambiciones de alguien más, involucrándonos en algo que no surge de nuestras necesidades, y al mismo tiempo nos importa mantener una imagen positiva de nosotros mismos y una buena relación, es muy probable que comencemos a autosabotearnos de manera inconsciente.
Conflictos internos relacionados con lo que queremos alcanzar: lo que queremos por un lado puede despertarnos preocupaciones, miedo, resistencia o ira por el otro (ver: ambivalencia).
Las consecuencias del autosabotaje pueden ser muy graves. En primer lugar, nos dificultamos alcanzar objetivos que nos importan. Proteger nuestra autoestima y sentido de valor personal mediante este tipo de acciones es muy engañoso; en realidad, puede debilitarse aún más. Cuando el autosabotaje se convierte en un mecanismo habitual, dejamos de confiar en nosotros mismos, perder la fe en nuestra capacidad de tener éxito, aumenta la incertidumbre y el miedo. También sufren nuestras relaciones con los demás; es difícil confiar en una persona que continuamente encuentra excusas y no cumple sus promesas.
¿Cómo reconocer y evitar el autosabotaje?
Primero, hay que descubrir el patrón. Puede ser difícil para nosotros identificar algo que tiene su origen en nuestra inconsciencia. Vemos las consecuencias, podemos atribuirles diversas causas, pero el patrón permanece sin reconocer. Sin reflexión, es complicado cambiar algo. Puede ser útil hablar con un psicólogo, coach o una persona cercana. Es importante darse cuenta de nuestras creencias, de nuestro diálogo interno, de los pensamientos que no necesariamente nos ayudan a lidiar con la realidad. Si el origen del autosabotaje es el miedo — al cambio, al fracaso o al éxito — es fundamental descubrir sus verdaderas causas. El miedo tiende a alimentarse de fantasías y creencias, y cuanto menos conscientes seamos de ellas, más intensas se volverán. Precisar nuestras preocupaciones en la realidad puede ayudarnos a domarlas.
Conocerse a uno mismo, reconocer nuestras necesidades y posibilidades, y aceptarlas también es de gran importancia. Imponernos objetivos que no se alinean con nuestras necesidades o expectativas excesivas respecto a nuestras competencias no ayuda en su realización. Cuanto más cercanos estén los objetivos a lo que realmente queremos y podemos alcanzar, menos tensión habrá y mayor será la probabilidad de que nos comprometamos y llevemos a cabo esos objetivos, lo que a su vez aumentará nuestro sentido de eficacia y autoestima.