Ambivalencia
"Hay dos momentos diferentes en los que se hace lo que se tiene que hacer. Ahora y luego. Posponer puede parecer sensato, a veces hay una necesidad de reflexionar seriamente sobre diversas situaciones y sus posibles consecuencias. Desafortunadamente, en ciertas circunstancias, pensar demasiado tiempo puede convertirse en vacilación o, peor aún, en parálisis. El retraso significa deterioro de las cosas."Donato Carrisi, La chica en la niebla
"No estoy seguro de qué elegir", "Por un lado..., por otro lado..."; "me gustaría, pero tengo miedo", "así está mal y así está mal", "quiero esto, pero al mismo tiempo...", "quiero tanto esto como aquello".
Todas estas frases tienen una característica en común: son una expresión de ambivalencia.
La ambivalencia es un estado en el que experimentamos sentimientos, deseos y creencias contradictorios. Puede referirse a la esfera de las emociones, la motivación, las acciones, los valores, las creencias y las necesidades. Es un estado desagradable que genera tensión y malestar. Según su intensidad, puede ser un síntoma o causa de trastornos psíquicos graves.
Sin embargo, aquí me gustaría centrarme en la ambivalencia que todos experimentamos, o al menos la mayoría de nosotros, en situaciones de elección y cambio. El cambio es un proceso que consta de varias etapas. Entre el pensamiento (etapa de contemplación) y la acción, hay una etapa de decisión (preparación). Es en ese momento (aunque la ambivalencia puede acompañarnos en cada fase del cambio) donde las dudas se manifiestan con más fuerza, cuando las tendencias contradictorias inclinan la balanza de la decisión hacia la acción o hacia el mantenimiento del estado actual. Se presenta una presión molesta.
El malestar que experimentamos dependerá de lo importante que sea el cambio o la elección que enfrentamos, así como la profundidad de sus consecuencias. Hay personas que son más propensas a "dividir el cabello en cuatro" al tomar decisiones y otras que se lanzan de cabeza al agua, sin perder tiempo reflexionando sobre "a favor y en contra". Otro factor será el carácter y dirección de las tendencias que manifestamos.
Cuando la elección está entre dos opciones, cada una de las cuales nos atrae, la sensación desagradable puede surgir al pensar en renunciar a una de estas agradables posibilidades. Por ejemplo, si elijo irme de vacaciones a la montaña, no iré al mar. Si salgo con amigos, no podré descansar en la cama con un libro, etc. Este tipo de elecciones generalmente no provocan fuertes conflictos internos.
Por el contrario, cuando nos enfrentamos a la elección del "menor de dos males", ya que cada opción conlleva consecuencias negativas, a medida que nos acercamos a una de las opciones, las posibles consecuencias negativas comienzan a parecer peores que las de la otra y viceversa. Por ejemplo, la decisión de divorciarse cuando, por un lado, ya no hay posibilidad de reconstruir la relación, pero por el otro, tememos las consecuencias negativas de la separación.
¿Y qué pasa si una cosa o decisión despierta en nosotros deseos contradictorios al mismo tiempo? Cuanto más nos alejamos de algo, más nos atrae; cuanto más cerca estamos, más nos aleja. Por ejemplo, iniciar un negocio propio puede provocarnos entusiasmo, deseo de acción, creatividad, pero, por el contrario, el riesgo y la necesidad de inversión nos alejan de la decisión sobre el proyecto.
Del mismo modo, al enfrentarnos a la elección entre dos opciones, cada una de las cuales tiene para nosotros un significado fuertemente positivo y fuertemente negativo al mismo tiempo. Por ejemplo, mudarse de los padres a un apartamento propio significa, por un lado, mayor libertad, pero también costos y responsabilidades. Quedarse es conveniente desde el punto de vista financiero, pero implica la necesidad de adaptarse a las reglas que rigen en casa.
Es normal que, al estar ante una elección, experimentemos sentimientos mixtos y vacilemos. De hecho, esto puede ayudarnos a tomar decisiones de forma más consciente y prepararnos para las consecuencias. Cada elección conlleva alguna pérdida, cada cambio tiene sus costos, cada acción tendrá sus consecuencias. Cuando solo vemos un lado de la moneda, no significa que el otro deje de existir. Una decisión consciente implica aceptar tanto los efectos positivos como los negativos. Es difícil, pero al final puede protegernos de desilusiones o arrepentimientos por lo que hemos hecho o dejado de hacer.
La ambivalencia en sí misma no es buena ni mala. Todo depende de cómo lidiemos con ella: si permitimos que sentimientos y tendencias mixtas se expresen y tomamos decisiones teniendo en cuenta todo su espectro, o si huimos de ese estado desagradable. Existen varios mecanismos de defensa que podemos activar cuando la tensión es demasiado fuerte. Podemos "desactivar" las emociones y comenzar a convencernos de que lo que decidimos es la única y mejor elección, negando las posibles consecuencias negativas. O asumir una postura de "una vez que me arriesgo", actuando sin reflexionar sobre las consecuencias. En el extremo opuesto, está la evitación de decisiones, la huida del problema y la autoconvención de que mantener el status quo es la mejor solución, que en realidad todo está bien. Hay personas que, al expresar una postura de "me da igual", en realidad experimentan un fuerte conflicto interno entre tendencias contradictorias. La forma de escapar de la confrontación con temas desagradables puede ser desviar la atención de ellos, recurriendo al alcohol o las drogas. Todo esto no hace que el problema desaparezca.
Es importante notar que un estado prolongado de ambivalencia puede llevar a la inacción, a un estado de ánimo bajo, e incluso a la depresión.
¿Existe una forma de lidiar con la contradicción y la incertidumbre?
La forma más madura es analizar conscientemente la situación. Examinar todos sus aspectos, definir el problema, hacerlo más real. Listar los argumentos "a favor y en contra" puede ayudar, pero siempre y cuando consideremos su peso en el contexto de nuestros valores, objetivos y posibilidades reales. Es útil hablar, una persona externa puede ayudarnos a ver el problema desde otra perspectiva, identificar aspectos que nosotros mismos pasamos por alto. En coaching se utiliza el método del diálogo motivacional, cuyo objetivo es ayudar a salir del estancamiento y fortalecer la motivación interna del cliente para el cambio.