El ciclo de vida completado según Erik Erikson
¿Hay un lugar en el coaching y la terapia centrada en soluciones para teorías derivadas del psicoanálisis? A simple vista, podría parecer que estos dos enfoques, tan diferentes en su filosofía y premisas básicas, no podrían ser más contradictorios. Sin embargo, como señaló Yogi Berra, "la diferencia entre teoría y práctica es verdadera en teoría, pero no en la práctica". Y la práctica muestra que cualquier inspiración que ayude a proporcionar un contexto para trabajar con un cliente puede ser útil en el proceso.
En este sentido, la concepción de Erik Erikson, que describe las etapas del desarrollo psicosocial, puede servirnos como un marco de referencia al hablar de luchas actuales, desafíos de vida, planes y metas a futuro, pero también cuando queremos dar significado a experiencias pasadas y comprenderlas mejor al situarlas en un contexto social y de desarrollo. En otras palabras, entender ciertas leyes universales puede ayudarnos a aceptar mejor los procesos que ocurren en nuestra propia vida.
La teoría de Erikson tiene la ventaja especial de utilizar un lenguaje de valores universales, de carácter atemporal y transcultural, como: esperanza, fe, amor, sabiduría, fidelidad o voluntad, para describir desafíos de desarrollo. Especialmente en el coaching, donde la dimensión de necesidades y valores adquiere una importancia especial, referirse a ella puede ayudarnos a explorar su significado y relación con otras áreas en un momento dado de la vida de una persona.
Otro valor indiscutible de esta concepción es su carácter sintético. Erikson, tomando como punto de partida la teoría del desarrollo psicosexual de la teoría tradicional de Freud y las teorías posteriores de las relaciones objetales, intentó integrarlas con un enfoque sociocultural, lo que resultó en una idea coherente y a la vez despojada de la hermeticidad característica de las teorías analíticas.
Principios fundamentales
El concepto de Erikson se basa en varias tesis básicas:
En primer lugar, ve al ser humano como un ente bio-psico-social, y todos estos aspectos participan por igual en la formación de su identidad. El desarrollo y los cambios físicos (como el crecimiento, la maduración sexual, el envejecimiento), psicológicos (desarrollo cognitivo, emocional, autoconciencia) y sociales (relaciones con otros, asunción de nuevos roles sociales) están inextricablemente relacionados e interactúan entre sí. Por lo tanto, no se puede hablar solo del individuo en relación con el mundo exterior (aunque también eso), ya que desde el principio su desarrollo implica la incorporación de elementos de este mundo en sus propias estructuras y, al revés, desde el nacimiento el pequeño ser humano modifica su entorno. Las fronteras entre lo físico, psicológico y social son exclusivamente conceptuales y, aunque tradicionalmente se suelen aislar, en la práctica es necesario un enfoque holístico y global.
En segundo lugar, el concepto de Erikson considera el desarrollo humano como un continuo o ciclo que no termina con la llegada a la adultez. De esta manera, se alinea con corrientes contemporáneas que ven el potencial de desarrollo y cambio en cada etapa de la vida, donde cada una se caracterizará por diferentes desafíos y conflictos y conducirá a la integración en un nivel distinto. Cada fase está marcada por una crisis, cuya naturaleza está definida por el nivel de desarrollo actual y a través de la cual se construye una nueva calidad y un nuevo potencial para el desarrollo futuro.
La crisis de desarrollo es una etapa natural que ocurre cuando el individuo ha alcanzado un nivel de desarrollo en el que necesita una "reorganización" o reintegración en un nuevo nivel. Se habla de crisis porque se produce un choque de tendencias claras y contradictorias (esto se hará evidente cuando lleguemos a discutir las crisis de desarrollo individuales), que Erikson presenta como dos fuerzas antagónicas, una de las cuales es sintónica y la otra distónica. Se considera que una crisis se resuelve positivamente cuando la fuerza sintónica prevalece sobre la distónica, lo cual es una condición necesaria para el desarrollo ulterior del individuo.
En tercer lugar, Erikson aplica el principio de la epigénesis para describir el proceso de desarrollo psicosocial. Según sus premisas, el desarrollo de cada organismo sigue reglas no arbitrarias: al igual que en el desarrollo embrionario, nuestros órganos internos se desarrollan en un orden establecido, en el desarrollo psicosocial los etapas que siguen también están predeterminadas (aunque, por supuesto, las diferencias individuales determinarán su tiempo o forma). El desarrollo de una característica condicionará la aparición de la siguiente y afectará el equilibrio de todo el organismo. Aunque cada característica tiene su "momento crítico", no significa que no exista antes, aunque sea en forma incipiente, y su manifestación posterior dependerá del etapa de desarrollo de la persona y de muchos otros factores individuales.
Las nuevas habilidades desarrolladas tienen el potencial de cambiar aquellas que ya existen, y la persona enfrenta constantemente la tarea de integrarlas en una identidad coherente.
Cabe destacar que, aunque aquí nos centraremos principalmente en el aspecto del desarrollo individual, resulta muy interesante el intento de Erikson de analizar fenómenos sociales y culturales, incluida la religión, la moralidad, el ethos y el poder, en relación con el enfrentamiento de fuerzas contradictorias propias de la naturaleza humana. Según él, cada crisis y las maneras de resolverla se reflejan en la orientación y la cosmovisión dominantes de una generación determinada.
Etapas de la vida y sus crisis de desarrollo características
Después de una breve discusión sobre los principios teóricos fundamentales, observemos los siguientes etapas destacadas por Erikson. Hay ocho y, como se mencionó, cada una está condicionada por cambios en los tres aspectos: biológico, psicológico y social, cuya culminación conduce a una crisis, y superarla es una condición para el desarrollo posterior.
CONFIANZA BÁSICA VS DESCONFIANZA BÁSICA
(Periodo de lactancia: desde el nacimiento hasta los 12-18 meses de vida)
Este es un período crucial para formar nuestra relación más fundamental con el mundo. La confianza, en este sentido, se refiere a la profunda convicción y fe de que el mundo es un lugar seguro, predecible y duradero, y que nosotros tenemos un lugar en él.
El niño pequeño es completamente dependiente de la madre o de la persona que lo cuida. Sus capacidades motoras e incluso su capacidad de enfocar la atención en ciertos estímulos son muy limitadas, y su única forma de comunicar sus necesidades es llorando. Durante este período, el niño necesita que su cuidador, por supuesto, satisfaga sus necesidades fisiológicas, pero la mera alimentación y cambio de pañales no son suficientes, como lo demostraron de manera drástica los experimentos con bebés privados de contacto visual y verbal. El bebé necesita un contacto cercano y cálido con el cuidador y, como señala Erikson, ser observado y reconocido. El cuidador confirma la existencia del niño mediante el contacto visual, respondiendo a sus señales, dándole lo que necesita. El niño aprende que puede recibir, pero también que puede hacer que obtenga lo que necesita.
Este sentido básico de seguridad es la base para desarrollar otros valores, y en fases posteriores del desarrollo se transforma en esperanza. La confianza básica nos brinda la capacidad de comunicarnos con otros, de quienes esperamos una respuesta; de establecer relaciones en las que esperamos ser vistos y aceptados; de pedir ayuda y darla (ya que la capacidad de recibir es una condición para la capacidad de dar). En general, es lo que podríamos llamar la base de las expectativas y esperanzas que nos orientan hacia el futuro.
El opuesto de la confianza básica es la desconfianza básica y el miedo, que dificultarán la comunicación y la formación de relaciones con los demás.
AUTONOMÍA VS VERGÜENZA Y DUDA
(Infancia temprana, 1-3 años)
Durante este período, el niño comienza a dar sus primeros pasos, adopta una postura erguida, aprende a caminar, inicialmente de manera inestable y luego con más confianza, y aprende a manipular objetos. Gana cada vez más control sobre su cuerpo (incluyendo el control de las necesidades fisiológicas) y comienza a explorar su entorno.
En este momento, la actitud de los cuidadores será decisiva para el desarrollo de su autonomía, apoyando estos primeros intentos de afirmar su propia voluntad. Un control excesivo o críticas por parte del entorno pueden sembrar vergüenza y duda en el niño sobre su propio valor.
La resolución positiva de esta crisis sienta las bases para el desarrollo de la voluntad, que en etapas posteriores se desarrollará en una intención consciente y la capacidad del individuo para autocontrolarse y superar tendencias compulsivas o demasiado impulsivas. La voluntad madura se expresa en el deseo de lo que es posible de realizar y el rechazo de lo que es imposible o no está permitido.
INICIATIVA VS SENTIMIENTO DE CULPA
(Infancia media, 3-6 años)
Este es un período en el que el niño se expresa principalmente a través del juego. Las habilidades motoras le permiten participar en una variedad de actividades, y el desarrollo cognitivo le permite descubrir más sobre el mundo que lo rodea y las leyes que lo rigen, "actuándolas" de forma simbólica.
El juego cumple muchas funciones en este período: permite al niño expresar y sublimar sus emociones, desarrolla su imaginación y creatividad, y también permite la incorporación de patrones y reglas del "mundo adulto", incluidos los valores de su cultura, en su experiencia. El juego prepara al niño para ser no solo un receptor, sino también un creador de la realidad, lo que constituye la base para un enfoque activo y creativo en etapas posteriores del desarrollo.
La falta de apoyo del entorno puede llevar al niño a desarrollar un sentimiento de culpa y represión en lugar de iniciativa.
INDUSTRIA VS SENTIMIENTO DE INFERIORIDAD
(Edad escolar, 6-12 años)
Durante este período, el niño comienza la escuela, donde se requiere no solo actividad, sino también ajuste a ciertas reglas y normas. Aprende a participar en formas de actividad sistematizadas y planificadas, así como a cooperar con otros, y sus esfuerzos se evalúan. El potencial que se adquiere en este tiempo es el sentido de competencia, es decir, la convicción de ser capaz de enfrentar las tareas del mundo exterior (que luego se desarrollará en el aprendizaje posterior y en el trabajo).
La antítesis de esta fuerza es el sentimiento de inferioridad, que puede llevar a una inhibición excesiva por un lado, y por otro, impulsar hacia la competencia desmedida y la falta de capacidad de cooperación.
IDENTIDAD VS CONFUSIÓN DE ROLES
(Adolescencia, 12-18 años)
Este periodo es comúnmente conocido como la "edad difícil" y cualquiera que haya tratado con un adolescente, o recuerde sus propias experiencias juveniles, puede confirmar que el término "crisis" es bastante preciso aquí. La fase de transición de la infancia a la adultez no solo se caracteriza por una acumulación de cambios (físicos, cognitivos, emocionales) y la aparición de nuevas demandas, sino también por la necesidad de que el joven se defina a sí mismo. En términos simples, en este tiempo el adolescente madura para hacerse la pregunta: "¿quién soy?", y aunque la respuesta se seguirá formando a lo largo de la vida, es en este periodo crítico que se sientan las bases para la autoidentificación.
En nuestra cultura occidental, este periodo dura relativamente mucho; incluso se le llama moratoria psicosocial. Una persona que entra recién en la adultez temprana puede (y naturalmente lo hace) experimentar con su identidad, tanto en el ámbito sexual como social. Probar diferentes roles comienza ya antes, durante los juegos infantiles, pero en este tiempo adquiere un nuevo significado. La identidad que emerge es el resultado de una síntesis de aspectos innatos (como rasgos físicos, temperamento, ciertos rasgos de personalidad) y su manifestación individual, las competencias adquiridas, métodos de defensa y sublimación, así como los roles sociales incorporados por el individuo. La búsqueda de un propio camino y la contestación de patrones y roles sociales son naturales durante este periodo. El adolescente puede identificarse con ciertos modelos y rechazar otros, o solo algunos de sus elementos, modificándolos "a su medida". La rebelión contra el estilo de vida de la generación anterior es totalmente necesaria, al igual que experimentar en el grupo de pares. Como Erikson subraya, es a esta edad que el ser humano es más susceptible al "peso de la existencia", que en la adultez se abstrae un poco para volver a enfocar al final de la vida. De ahí que los jóvenes estén inclinados a participar en movimientos intelectuales, políticos, religiosos o ideológicos. Buscan lo que puede convertirse en la brújula que marca un rumbo constante.
El valor que se forma en este momento es la fidelidad, que será fundamental para el compromiso posterior (con una relación, el trabajo). En su forma distorsionada, puede tomar la forma de fanatismo o adherencia rígida a reglas arbitrarias. Su opuesto es la confusión de roles, es decir, la incapacidad de definirse a sí mismo o la adopción de una identidad negativa (rechazando todos los modelos).
INTIMIDAD VS AISLAMIENTO
(Adultez temprana, entre 18 y 40 años)
Después de la turbulenta búsqueda de identidad personal, llega de manera natural una etapa donde el joven adulto siente la necesidad de involucrarse en una relación cercana. El ritmo biológico y las expectativas sociales coinciden aquí, siendo ideal formar una relación en la cual el nivel de intimidad permita cumplir metas comunes y desarrollar la identidad individual de cada uno.
La intimidad madura requiere compromiso y capacidad de compromiso; renunciar a ciertas necesidades individuales en beneficio de la relación y la pareja. Sin embargo, una cercanía excesiva puede llevar a la fusión y verse como un intento de resolver la crisis de identidad a través de la unión con otra persona. En el otro extremo está el aislamiento, el miedo a la intimidad y el compromiso maduros. Cuando el temor a ser absorbido por la otra persona y el deseo de conexión son fuertes, puede llevar a retirarse de las relaciones o a un patrón repetitivo de "proximidad y rechazo".
Superar este conflicto lleva al desarrollo del amor, una forma madura de compromiso. Los compañeros en una relación madura mantienen su identidad individual mientras forman juntos una nueva calidad, un estilo y modelo de vida único, resultado de la unión de dos mundos distintos.
GENERATIVIDAD VS ESTANCAMIENTO
(Adultez media, 40-65 años)
La generatividad en esta etapa implica tanto la procreación (tener y cuidar hijos), la productividad (creación de bienes e ideas) y la creatividad. También incluye una forma de "autocreación" que contribuye al desarrollo de la propia identidad. El opuesto a esta postura creativa es el estancamiento y la autoabsorción.
El valor que se desarrolla en este período es el cuidado: la capacidad de involucrarse y proteger a seres queridos, cosas e ideas. En un sentido más amplio, es una postura generalizada de preocupación por los demás, de apoyo y ayuda, así como la necesidad de contribuir a la comunidad o cultura y dejar algo valioso para las generaciones futuras.
El interés y preocupación por los demás es fuente de satisfacción y condición para un desarrollo futuro. Mientras tanto, la excesiva autoabsorción puede resultar en frustración y vacío. Una postura madura de generatividad requiere comprometerse entre preocuparse por otros (que en su forma extrema puede llevar al sacrificio propio) y el rechazo de los demás (que, de forma extrema, puede traducirse en aversión hacia seres queridos o grupos).
INTEGRIDAD VS DESESPERACIÓN
(Adultez tardía y fin de la vida)
Como correctamente observa Erikson, alcanzar la vejez dejó de ser un privilegio para pocos en nuestra era, y cada vez más personas pueden disfrutar de esta etapa, manteniendo salud y funcionalidad. Sin embargo, eso no significa que los dilemas típicos de esta fase hayan dejado de ser relevantes. El retiro gradual de las actividades, los cambios somáticos (y la disminución del impulso vital) y cognitivos (relacionados con la memoria y el aprendizaje), así como la pérdida de relaciones significativas y la perspectiva de la muerte hacen que en esta etapa resurjan cuestiones existenciales.
El valor que emerge al superar la crisis de esta fase es la integridad, y la virtud es la sabiduría. El riesgo es el sentimiento de vacío y desesperación. Frente al final inminente, alguien que no ha superado crisis anteriores puede quedar sumido en el lamento por la vida y las oportunidades perdidas. El retiro de relaciones y actividades (no necesariamente voluntario) puede socavar valores anteriores: autonomía, iniciativa, productividad, identidad, intimidad y generatividad. La falta de participación en la vida puede generar un sentimiento de desesperación e impotencia. Erikson atribuye un papel especial a la esperanza, el valor desarrollado primero en el desarrollo, que se manifiesta al final como una fe madura. No se refiere solo a la fe religiosa, sino a una sensación generalizada de confianza y significado de la vida. La sabiduría es "un tipo de interés desinteresado y basado en el conocimiento por la vida misma frente a la muerte". Según Erikson, tal postura filosófica lleva a la integración de los aspectos físicos, psíquicos y sociales, pasado y presente, y otorga significado a la experiencia individual.
En resumen, la teoría del desarrollo psicosocial de Erikson, debido a su carácter multidimensional y universal, puede enriquecer nuestra perspectiva tanto en el trabajo orientado a comprender las dificultades actuales como en el proceso de planificación del futuro. Aunque como el propio autor señala, esta teoría fue creada en un contexto histórico y social particular y necesita actualización constante ante los cambios, aborda cuestiones indiscutiblemente universales para la experiencia humana. Problemas relacionados con la formación de identidad, creación de la autoimagen, cumplimiento de roles sociales, establecimiento y mantenimiento de relaciones íntimas, y cuestiones relacionadas con el propósito y significado de la vida siempre serán relevantes. Referirse a ciertas regularidades y ritmos de vida no solo nos permite normalizar ciertas experiencias y situarlas en el ciclo de desarrollo, sino también destaca las cuestiones que no podemos ignorar si nuestro objetivo es completar el ciclo de vida.